¿Cuántas veces nos han dicho que no tengamos prejuicios, o que no juzguemos nada ni a nadie sin antes conocerlo? En mi caso, muchas.
Los prejuicios pueden limitar nuestra forma de ver la vida, cerrarnos puertas o inducirnos a cometer errores, entre otras cosas.
Por tanto, parece ser que la mejor opción es eliminarlos de nuestra vida, ¿no es así?
Sin embargo, antes deberíamos preguntarnos qué son los prejuicios y para qué sirven.
A partir de ahí, ya veremos qué podemos hacer con ellos, si quitárnoslos de encima o –tal vez– aprender a gestionarlos mejor.
¿Qué es un prejuicio?
Según la RAE (Real Academia Española), un prejuicio es “un juicio previo o idea preconcebida, por lo general desfavorable”.
Un prejuicio es lo que se obtiene del acto de prejuzgar. Y prejuzgar no es más que adoptar una idea, opinión o forma de actuar sin tener un conocimiento real o directo de aquello que juzgamos.
Es por esto último que –como dice la RAE– los prejuicios suelen ser desfavorables; y, según mi forma de ver las cosas, también erróneos. Aunque eso depende del uso que hagamos de ellos.
¿Por qué juzgamos y para qué juzgar?
El ser humano juzga continuamente. No podemos vivir sin juzgar las cosas, los hechos o las personas con las que nos relacionamos. Te lo argumento con más detalle en este artículo.
En el momento que conocemos o contactamos con algo o alguien, empezamos a juzgarlo inmediatamente, es inevitable. ¿Por qué motivo? Por que necesitamos un punto de referencia desde el cual posicionarnos. Sin él nos sentimos perdidos y vulnerables.
Y porque el ser humano está vivo, es dinámico e interactivo. Ello implica que, para relacionarnos adecuadamente con la vida y nuestro entorno, debemos dar respuestas a los diferentes estímulos que recibimos.
Y, obviamente, para dar las respuestas adecuadas, debemos tener antes una opinión, una creencia o un veredicto interno sobre aquello ante lo cual debemos responder; o sea, un juicio. Algunos ejemplos:
- Para saber cómo dirigirnos a una persona, debemos saber antes si es de fiar o no, si es peligrosa o no, o si la consideramos amiga o enemiga.
- Para poder opinar sobre el político de turno, debemos haber escuchado, leído o investigado sobre él para saber si nos gusta o no, y si nos conviene votarlo o no.
- Para decidir qué vehículo adquirir, debemos estudiar y comparar antes diferentes modelos, para poder elegir uno en función de nuestras necesidades.
En definitiva, para vivir la vida de forma eficaz debemos realizar continuamente juicios. Y, para realizar juicios eficaces, es necesario recabar y analizar correctamente la información disponible.
Los prejuicios pueden ser útiles, pero no siempre son justos o acertados. Foto por Sergey Nivens, vía Shutterstock
¿Son necesarios los prejuicios? Y, ¿podemos vivir sin ellos?
El problema es que la vida nos presenta continuamente nuevas situaciones, situaciones desconocidas ante las que –de todas formas– debemos responder; y, habitualmente, de forma rápida.
Cada día vemos nuevas personas por la calle o hablamos con gente que nunca habíamos visto antes. Y cada día vivimos nuevas situaciones, o nos enfrentamos a circunstancias que nunca habíamos experimentado con anterioridad.
Cuando ello ocurre, debemos reaccionar, y debemos hacerlo ya. Nuestra supervivencia puede depender de ello.
Como decía antes, tenemos que:
- Decidir si la persona que nos aborda en plena calle es buena o mala para nosotros, si quiere engañarnos o ayudarnos, o si merece un trato amable y cercano o bien arisco y distante.
- Elegir entre ayudar a una adorable ancianita a cruzar la carretera o bien ignorarla y mirar hacia otra parte.
- Decidir si seguimos escuchando al comercial que promete reducir nuestra factura de Internet o bien colgarle el teléfono.
No podemos quedarnos quietos, petrificados o con los ojos dando vueltas en modo “procesando”, como un ordenador. Debemos dar una respuesta. Y, para hacerlo, muchas veces no disponemos de la información necesaria. ¿Qué hacemos entonces?
Usar nuestros prejuicios.
Todos –independientemente del sexo, la raza o la edad– necesitamos usar nuestros prejuicios, continuamente. Incluso los bebés, al toparse con un adulto desconocido, emiten su propio prejuicio sonriendo o llorando; es decir, expresan si les gusta o no el sujeto sin siquiera conocerlo.
Por tanto, la respuesta a las preguntas anteriores es simple: no, no podemos vivir sin prejuicios; y sí, son necesarios.
En realidad, no podemos vivir sin prejuicios. Pero eso no tiene por qué ser malo. Foto por Dmytro Zinkevych, vía Shutterstock.
¿Qué tipo de prejuicios existen?
Los prejuicios, es decir, los juicios que no provienen de un análisis racional directo de aquello que juzgamos, pueden ser de varios tipos.
Según de dónde venga la información que usamos, pueden ser:
Prejuicios basados en nuestra experiencia personal previa
Muchos de nuestros prejuicios están basados en nuestra experiencia personal previa; o sea, en nuestro pasado.
Si has tenido malas experiencias con tus exnovios, con tu asesor financiero o con un operador de telefonía móvil, probablemente vas a desconfiar cuando conozcas a otro hombre, cuando cambies de banco o cuando un teleoperador te llame para reducirte la factura de teléfono.
En caso de no tener experiencia personal previa propia, solemos utilizar la experiencia personal que han tenido otros familiares, amigos u conocidos.
Prejuicios basados en nuestras creencias
Tus creencias religiosas, personales, familiares, sociales… también tienen un gran peso a la hora de generar tus prejuicios.
- Si, para ti, los musulmanes son machistas y terroristas, vas a mirar con recelo o incluso miedo a un señor que hable árabe o lleve túnica.
- Si tu familia es humilde y en casa siempre se habló mal del dinero y de la gente rica, es muy posible que sientas cierto desprecio por las personas adineradas.
- Si la sociedad en la que vives defiende el capitalismo o el unionismo, probablemente tengas prejuicios negativos contra el comunismo o el separatismo.
Es común tener prejuicos basados en la religión, la raza, el dinero o cualquier tipo de creencia. Foto por FS Stock, vía Shutterstock.
Prejuicios basados en primeras impresiones, intuiciones o corazonadas
En ocasiones, un breve contacto con una persona o situación determinada nos evoca un montón de ideas, sensaciones o información sin apenas tener tiempo de conocer a esa persona o situación con detalle.
A veces, sólo dándole la mano a alguien y mirándole a los ojos, decretamos que no es de fiar. También puede pasarnos que, nada más ver pasar a alguien, ya nos caiga mal, o que nos enamoremos a primera vista. O, como ya comenté antes, incluso los bebés nos sonríen o lloran con sólo acercarnos a ellos.
En estos casos, solemos decir que nos basamos en primeras impresiones, en intuiciones o en corazonadas.
Es posible que, de nuevo, lo que nos esté condicionando sea nuestra experiencia previa, nuestras creencias, o algún tipo de reacción biológica innata o asociación neural determinada. O puede que estemos recibiendo informaciones sutiles de nuestra Esencia, así como de otras realidades o dimensiones paralelas, quién sabe.
En cualquier caso, no siempre es fácil diferenciar los diferentes tipos de prejuicios que hay, pero es importante tenerlos en cuenta; porque debemos aprender a lidiar con ellos sin excepción.
¿Cómo gestionar los prejuicios?
He dicho que no podemos vivir sin prejuicios. Y he dicho también que tenerlos es algo lícito y necesario.
Por consiguiente, sólo queda una cosa, aprender a gestionarlos; ya que, como habrás deducido de los ejemplos que he ido poniendo, prejuzgar puede tener tanto consecuencias positivas como negativas.
Si no podemos vivir sin prejuicios, deberíamos aprender a gestionarlos. Foto por BsWei vía Shutterstock.
Para gestionar mejor los prejuicios te propongo lo siguiente:
1. Aprende de los resultados
La mejor forma de aprender de la vida es viviéndola. Esto se aplica también a los prejuicios.
Así pues, a medida que tus prejuicios se vayan convirtiendo en opiniones, actitudes y acciones, aprende de los resultados que vayas obteniendo y saca tus propias conclusiones. Se trata de un simple sistema de ensayo-error.
- Si tus prejuicios te generan desconfianza hacia los árabes, o los cristianos, y ello te trae buenos resultados y te hace sentir bien, continúa.
- Si tus prejuicios te hacen sentir atracción por los hombres ricos, las mujeres bellas, o las personas sumisas, y ello te proporciona relaciones satisfactorias y plenas, continúa manteniéndolos.
- Si tus corazonadas e intuiciones te permiten tomar las mejores decisiones en el juego, el amor o la vida en general, sigue utilizándolas.
Por el contrario, si los resultados que obtienes no son los que esperas o te hacen sentir mal (a ti y/o a los demás), tal vez debas cambiar tus prejuicios.
¿Qué resultado obtienes con tus prejuicios? ¿Y cómo te hacen sentir a ti (y a los demás)? Foto por fizkes, vía Shutterstock.
2. Juzga tus propios prejuicios
He dicho que no podemos vivir sin prejuzgar ni juzgar. Así pues, tal vez deberíamos empezar juzgando nuestros propios prejuicios.
Para ello, deberíamos analizar cuál es el prejuicio –si lo hay– detrás de cada pensamiento, opinión y acción que realizamos.
- ¿Siento aversión por los hombres mayores (o jóvenes, guapos, feos, calvos…) porque en el pasado uno me rompió el corazón?
- ¿Estoy criticando a una persona sólo porque tiene ideas políticas contrarias a las mías?
- ¿Son mis creencias religiosas las que me hacen aceptar o rechazar una persona sin siquiera conocerla?
Finalmente, deberíamos ser capaces de llegar a una conclusión sobre el prejuicio en cuestión. Y ello debería ayudarnos a dictaminar si dicho prejuicio es realmente válido y conveniente para nuestros intereses.
En caso contrario, deberíamos cambiarlo.
3. Piensa también en los demás
A la hora de poner en tela de juicio tus prejuicios, no mires sólo por tus intereses, ten en cuenta también los intereses ajenos.
No olvides ciertas leyes universales, como la de causa y efecto o la de todos somos uno.
De ellas se deriva una idea clave: si algo es realmente bueno para ti, también debe ser bueno para los demás. Y viceversa.
4. No dejes que tus prejuicios te limiten, sino todo lo contrario
Los “malos” prejuicios, por llamarlos de una forma, son aquellos que nos limitan; a nosotros y a aquéllas personas con las que nos relacionamos.
Por ejemplo:
- Si siempre tuviste malas experiencias con los argentinos, o con los italianos, y mañana tienes que operarte de urgencia. ¿Qué harías si el cirujano es argentino, o italiano?
- Si no soportas a la gente de signo Leo, o Acuario, y descubres que aquel chico que tanto te atrae nació bajo uno de estos signos, ¿qué haces? ¿dejas de hablar con él y te apartas?
- Pongamos que no te gustan los musulmanes, pero mañana te ofrecen el trabajo de tus sueños. La única pega es que tu jefe es un fiel seguidor del Islam. ¿Aceptas la oferta?
En todos los ejemplos anteriores, ¿rechazarías a estas personas sin más o les darías una oportunidad? Creo que es obvio, ¿no?
No permitas que tus prejuicios te limiten. Foto por Krakenimages.com, vía Shutterstock.
Por ende, lo malos prejuicios son aquéllos que:
- Nos cierran oportunidades de trabajo.
- Nos impiden conocer a personas maravillosas.
- Perjudican nuestra salud
- Generan odio y rencor.
- Crean guerras y conflictos.
- Nos impiden crecer y desarrollarnos como personas.
- Impiden que expresemos todo nuestro amor.
Y un largo etcétera que no tiene fin.
Cuando un prejuicio te limita de alguna de estas formas, probablemente debas cambiarlo.
Ese es el criterio que debería determinar si un prejuicio es bueno o malo para ti. O, por lo menos, ese es el criterio que yo mismo utilizo para juzgar mis propios prejuicios.
Un prejuicio debe protegerte, debe permitir que te relaciones con el mundo y con los demás de forma más eficiente, y debe reafirmar tu identidad; pero jamás limitarte, ni a ti ni a la gente que te rodea.
A partir de ahí, la elección es tuya.
#####
Y, de momento, esto es todo lo que quería comentarte sobre los prejuicios y la forma de gestionarlos.
Ahora, es tu turno.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Crees podemos vivir sin prejuicios? ¿Crees que los prejuicios son necesarios? ¿Qué prejuicios tienes y cómo los gestionas?
Cuéntamelo aquí abajo, en los comentarios. Será un placer leerte.
P.D. Foto de portada por Sergey Nivens, vía Shutterstock
Buenos días Ubay,,,
Un articulo muy interesante,,,
Tengo la sensación ,que ya has comentado en otra ocasión ,algo parecido a este relato,,,
Sí ,cada uno de nosotros tenemos una perfección de ver la realidad ,única de cada uno ,
Esta realidad ,compartida con otras personas ,puede ser de gran ayuda ,de interpretar ,DE JUZGAR,
desde lo constructivo,[Es mi manera de ,vivir la vida ,]Lo destructivo ,en estos momentos no entra y tampoco ,merece perder el tiempo,,,,
Cuanto más información se tiene y por experiencias vividas ,más ,intuyes ,esa realidad,,,Y de cómo ,proceder ante ,situaciones ,personas ,experiencias ,,,,Éxito,,,
Mis mejores deseos ,para tí y para tú vida ,,
Que sigas ,también cómo siempre ,y muchas gracias ,por tus trabajos y poder compartirlos ,
Feliz ,comienzo ,julio-2020,,,
Un gran abrazo con cariño
Hola Toñi,
Sí, efectivamente, este artículo continúa la temática de otro post anterior sobre los juicios, que es éste: https://viajealaesencia.com/es-posible-no-juzgar-a-los-demas/
Sin embargo, como ya has visto, juzgar no es para nada lo mismo que prejuzgar. Sin embargo, son herramientas que, bien utilizadas, pueden ser muy útiles y benéficas. En caso contrario, pueden ser también dañinas y destructivas.
En cualquier caso, juzgar y prejuzgar son funciones que vienen de serie en nuestra forma de operar mentalmente, así que, no podemos escapar de ellas. Por tanto, mejor usarlas bien y a nuestros favor, ¿no crees?
Me alegro de que te haya gustado y, mis mejores deseos también de vuelta para ti.
Un fuerte abrazo
Totalmente de acuerdo ,,,La mente es muy complicada ,Por lo que puedo comprobar ,
sobre todo ,por experiencia desde mi profesión,,,
El mayor ,tiene sus propios pensamientos ,muy diferentes a la familia próxima ,mucho más joven en edad y vivencias ,,
Es una gran riqueza ,para mí ,el poder ver y vivir esa realidad,,,A la vez ,poder ser de intermediario ,para esas personas en su comprensión,sin juzgar ,simplemente ser neutra ,
A veces un poco compleja ,,,
Si y no, quizás sí en estos momentos de Kaly yuga donde la verdad de que todos somos una gran familia queda enterrada bajo capas de miedos, creencias limitantes (aquel que veo por la calle es un «extraño» en vez de saber que es un hermano) y una situación social de guerra espiritual mediante la creación de un panorama económico de escasez ARTIFICIALl por parte de los oligarcas que nos gobiernan que crean las crisis económicas a propósito con el único fin de que la gente tema a el futuro y este enfocado en el mañana olvidando el aquí y ahora, guerra espiritual para ocultarnos el hecho de que si todos vibraramos alto en amor incondicional, tendríamos telepatía, y nos conoceriamos todos como en el más allá.
En satya yuga, o era de la verdad, los prejuicios NO son necesarios (ni el Estado tampoco) porque dado el nivel de evolución espiritual que abra no existirá peligro de que alguien nos haga algo «malo», sería inconcebible y algo del pasado
https://m.youtube.com/watch?v=JaSDWUWdLsg
Brillante primer párrafo Pablo. No podría estar más de acuerdo.
Y en cuanto al Satya Yuga, espero que lleguemos pronto hasta dicha era, para que, de esta forma, los prejuicios se alineen con los juicios y las verdades y, por ende, como bien comentas, ni sean necesarios ni tengan razón de existir.
Un fuerte abrazo y gracias por tu aportación.