
¡Mundo, aquí vengo!
Nací cerca de Barcelona (España), de padre catalán y madre canaria. De pequeño me encantaba hacer deporte, era sumamente travieso y sentía un cariño especial por los perros.
Mis asignaturas preferidas eran la gimnasia, que ayudaba a canalizar mi hiperactividad, y el inglés, una materia que se me daba bien. Esto último se lo debo a mi madre que, obsesionada por que aprendiera esa lengua, me apuntó de pequeño a una academia.

Izquierda: los perros eran mis mejores amigos. Derecha: de pequeño siempre estaba haciendo deporte de una forma u otra
Cuando llegó la hora de escoger una carrera no tenía ni idea sobre qué quería estudiar. Así pues, escuché el consejo que siempre me dieron mis padres: “Haz lo que te guste”. En base a esa máxima empecé a estudiar ciencias de la actividad física y el deporte y comencé una carrera profesional como entrenador.
Un punto de inflexión
Hasta entonces no sentía ninguna pasión especial por viajar. Sin embargo, todo cambió durante el viaje de fin de estudios que me llevó una semana en Cuba. Aquella corta aventura cambió radicalmente mi visión del mundo.
A la vuelta se me hizo especialmente difícil volver a lidiar con la frialdad y las caras inexpresivas de la gente de mi ciudad. Paradójicamente, en aquel país tan pobre y destartalado, la gente parecía mucho más feliz y las relaciones humanas eran mucho más cálidas y abiertas.
Ese mismo verano viajé a la India, lo cual supuso otro choque cultural y una nueva forma de ver el mundo. Desde aquel momento, empecé a realizar un viaje intercontinental cada vez que podía.
Fue entonces cuando comprendí la verdadera importancia de los idiomas y, por ello, decidí ponerme a estudiar francés.
En aquella época, seguía viviendo en Barcelona y, ávido de nuevos conocimientos, empecé a estudiar otra carrera: la de fisioterapia. Hice oídos sordos a las advertencias de la gente, que me auguraba un futuro sin empleo, ya que la demanda laboral en aquel campo era prácticamente nula en España.
A pesar de todo, tomé la determinación de llevar a cabo aquellos estudios contra viento y marea. “Cuando haces lo que te gusta y das lo mejor de ti, siempre acaban surgiendo las oportunidades”, me decía a mí mismo.
Durante tres años proseguí con la carrera de fisioterapia, empecé una maestría en nutrición y seguí aprendiendo francés mientras trabajaba los fines de semana.
Mi último año de estudios lo cursé en Bruselas gracias a una beca Erasmus, lo cual me ayudó a seguir perfeccionando el idioma local. Fue una de las mejoras experiencias de mi vida.
Al terminar fisioterapia sentía verdadera pasión por mi nueva profesión y por los viajes, a la vez que cierta decepción con el nivel de conocimientos que adquirí en la universidad.
Ello me motivó a seguir formándome, esta vez en osteopatía.
Desgraciadamente, la realidad laboral se hizo evidente: no podía costearme unos nuevos (y caros) estudios con los dos trabajos precarios (entrenador y masajista) que tenía en aquel momento.
Por suerte, todo problema suele ir acompañado de grandes oportunidades…
París, la ciudad del amor, los días grises y las caras tristes
Me habían llegado ecos de que en Francia la profesión de fisioterapeuta estaba muy bien considerada, además de bien remunerada.
Por mi parte, hablaba francés y acababa de diplomarme en fisioterapia trabajando en Bruselas, así que, ¿cuál era el problema?
Convalidé mi diploma y empecé a buscar ofertas de trabajo, que no tardaron en llegar. Tras dos viajes a París, fui contratado en un hospital de la periferia y, sin dudarlo, recogí mis cosas, hice las maletas y me fui a vivir al país vecino.
Durante casi tres años estuve trabajando en diferentes centros mientras estudiaba osteopatía y me desplazaba a Barcelona o a Londres una vez al mes, pues mi escuela tenía sede en ambas ciudades.
París es bonito, sí. Se la conoce como la ciudad del amor, pero también es una ciudad donde abundan los días grises y las personas de carácter arisco, altivo y pretencioso. De todas formas, daba igual, había ido allí para desarrollarme profesional y académicamente. Y eso hice durante mi estancia.
Al final de mi tercer año ya no podía más, me sentía extenuado, vacío y harto de lidiar con demasiados frentes a la vez. La presión laboral era alta, la exigencia académica más y, entretanto, la vida se me escapaba sin aprovecharla en todas sus dimensiones.
Fue entonces cuando decidí irme de París. No obstante, antes de volver a Barcelona, viajé a la isla francesa de Guadeloupe, situada en el caribe, donde trabajé dos meses antes de volver a casa.
Este pequeño viaje fue clave para mi futuro.
Un nuevo estilo de vida
Ya en España tuve la ocasión de tomarme las cosas con calma y replantearme la vida. Aún me quedaba un año para graduarme en osteopatía, así que decidí hacerlo tranquilamente, empecé a estudiar portugués y reflexioné mucho sobre mis próximos movimientos. Además, había ahorrado suficiente dinero en Francia, con lo que podía relajarme a nivel económico.
Tenía la sensación de que estaba atrapado en el camino prefabricado que nos impone la sociedad. Naces, te formas, trabajas, ganas dinero, pagas facuturas y sigues trabajando y pagando de forma indefinida hasta la muerte.
Y entremedio, ¿qué? ¿Dónde está la aventura, las locuras, los imprevistos y los sueños?
Tenía claro que no tenía suficiente con un picnic o una excursión durante los fines de semana. Ni siquiera con un pequeño viaje exótico una vez al año. Mi espíritu viajero me pedía más, mucho más. Quería una vida diferente, libre y estructurada a mi manera.
Antes de terminar mis últimos exámenes, ya había decidido cómo quería vivir. Sería nómada, viviría y viajaría por todo el planeta y, cuando necesitara dinero, trabajaría en los aún desconocidos territorios franceses de ultramar, situados a lo largo de los 5 continentes.
Sin duda, sería una aventura épica y una experiencia transformadora que marcaría en mí un antes y un después.
Aquel plan me ponía los pelos de punta con sólo pensarlo, lo cual me indicaba que era la decisión correcta. No había vuelta atrás. Mi primer destino iba a ser el sureste de África…

Izquierda: niños de Mayotte (sureste de África). Derecha: arrecife de coral de la isla de Mayotte (sureste de África)
Presente
El resto de la historia ya te la iré contando.
Me gustaría hablarte de tierras desconocidas y de culturas inéditas. Quisiera hablarte de las historias de sus gentes, de las anécdotas vividas y de los aprendizajes y reflexiones que he ido y voy cosechando.
También quisiera hablarte de la filosofía personal que he ido desarrollado a lo largo del camino y compartir contigo las herramientas que me ayudaron a construir la vida que siempre quise vivir.
Todos tenemos el derecho y el potencial para vivir esa vida. ¡Tú también!
La vida es un juego, el juego es un viaje y el viaje, a la Esencia, siempre continúa…
Si te apetece acompañarme en esta aventura no lo dudes, suscríbete a mi lista de correo y recibe regularmente mis posts:
¿Quieres saber más sobre mí?
Entonces échale un vistazo a estas entrevistas o artículos publicados en:
Charlas viajeras. Viajar y trabajar por el mundo como fisioterapeuta (Ubay Serra). Video entrevista con Antonio G., nómada digital de referencia.
Entrevista a Ubay Serra, de Viaje a la Esencia (entrevista escrita)
Cómo trabajar en cualquier lugar del mundo. Con Ubay Serra (Videoentrevista con Jesús Luque)
Ubay Serra, el fisioterapeuta todoterreno (entrevista escrita sobre mi experiencia como fisioterapeuta en francia)