El volcán Cotopaxi, con 5.897 metros, es la segunda montaña más alta de Ecuador, y también su volcán activo más alto.
Su cima está permanentemente nevada, y alberga un precioso glaciar que justifica que esté ubicado dentro del segundo parque nacional más visitado de Ecuador, tras las islas Galápagos.
Cotopaxi significa, literalmente, “cuello sin cabeza”, aunque los locales suelen llamarlo “cuello de la Luna”, puesto que, en determinados momentos del año, cuando la Luna sale, ésta se pone durante unos instantes sobre el cráter del volcán.
Subir hasta la cima del volcán es una experiencia legendaria, aunque no exenta de dificultades.
En este artículo quiero compartir contigo mi relato de ascenso al Cotopaxi, y te daré los mejores consejos y consignas para que tú también puedas hacerlo.
Organizando el ascenso al Cotopaxi: preparación y consejos
La ruta de ascenso al volcán Cotopaxi es relativamente corta, pues se completa en 2 días y 1 noche.
La mejor base para organizarse es, sin duda, Quito (la capital), situada a pocos kilómetros al norte del volcán.
Para organizar bien el ascenso deberás tener en cuenta lo siguiente:
1. Eligir bien tu agencia u operador
El primer paso es escoger con quién vas a realizar el ascenso. Para ello, lo mejor es ir hasta el bario de Mariscal y, en especial, a la calle Foch, donde se encuentran la mayoría de agencias de viajes de Quito.
Te recomiendo ir un par de días antes de tu ascenso y pasar la mañana visitando operadores, así comparas precios y condiciones.
No olvides que vas a necesitar buen material de montaña como:
- Pantalones de alpinismo
- Forro polar
- Chaqueta
- Guantes polares
- Botas de montaña
- Crampones y piolets
- Saco de dormir
- Mochila grande de 65 litros
- Mochila pequeña para 1 día
- Lámpara frontal
La agencia que contraté incluía en el precio todo este material, salvo la lámpara frontal (yo tenía una) y la mochila grande, por la que pagué 10 dólares extra, pues no quise usar la mía.
Es importante también que la agencia te lleve al almacén o local donde guarde su material de montaña y puedas probarte todo lo que hayas alquilado antes de salir de ruta.
Otra cosa importante a tener en cuenta es que:
- Para ascender hay que ir con un guía y 2 personas más como máximo, que van a ir atadas por cuerdas en todo momento.
- Si vas solo (como yo) pide que te busquen (insiste en ello) un compañero de similares características que tú en cuanto a forma física. A mí me asignaron a Robert, un joven y espigado alemán que estaba en plena forma y dispuesto a todo con tal de llegar a la cima. Si no, es posible que el más débil se rinda mucho antes y fastidie el ascenso al otro.
Robert y yo, preparándonos para el momento del ascenso
2. Aclimatarse antes
Quito se encuentra a 2.850 metros de altura; y el Cotopaxi, a casi a 6.000, con lo que, antes de intentar subir a la cima, deberías estar adaptado a la altura.
Por tanto, si acabas de llegar a Quito desde un lugar más bajo, mejor esperar unos cuantos días antes de intentar el ascenso al Cotopaxi.
Lo ideal sería pasar 3 días en Quito y los alrededores, y al cuarto día iniciar el ascenso (a menos que vengas de zonas elevadas, como era mi caso, pues había estado a más de 4.000 metros hacía poco).
El día antes de iniciar el ascenso, una buena actividad de aclimatación (que puedes hacer gratuitamente desde Quito) es subir al Rucu Pichincha, a 4.784 metros.
Sólo tienes que equiparte con agua, comida, guantes, chubasquero y protector solar e ir al pie del teleférico de Quito (a unos 20 minutos en taxi desde el centro).
En 15 minutos el teleférico te lleva de 2.800 metros a 4.100, una altura más que considerable. Desde ahí, te quedan otros 700 metros de desnivel a pie hasta la cima.
El ascenso se hace en 2 o 3 horas, aunque es fácil perder el camino, pues no está muy bien indicado. De hecho, yo me perdí un par de veces. Por suerte, pude orientarme gracias a otros mochileros que hacían la misma ruta, aunque no eran muchos.
Durante el camino, puede avistar alguna que otra águila, así como ver toda la ciudad de Quito desde las alturas.
Izquierda: las vistas de Quito desde la ruta al Rucu Pichincha. Derecha: un águila durante el camino.
Al final, no llegué a la cima, pero debí ascender hasta los 4.500 metros, más o menos, suficiente para llevar a cabo una buena actividad de aclimatación .
3. Ascender al Cotopaxi no es juego de niños
Como comprobarás en el relato que viene a continuación, subir al volcán Cotopaxi no es un juego de niños. Se trata de una excursión muy exigente a todos los niveles.
Las temperaturas en la cima oscilan entre 0º y -12ºC, y siempre hay nieve, además de un precioso (y peligroso) glaciar que requiere material técnico de montaña, así como la continua supervisión de un guía profesional.
Si no estás en forma, motivado y no te has aclimatado bien antes, mejor olvídalo. En caso contrario, sigue leyendo.
Descripción de la ruta de ascenso al volcán Cotopaxi
Día 1. Desde Quito hasta el refugio del Cotopaxi (a 4.800 metros)
A las 7 de la mañana dejé mis pertenencias en mi hostal y me dirigí al almacén de la agencia con sólo una pequeña mochila de 20 litros.
Allí recogí el material de montaña alquilado, que había probado el día anterior. También conocí a Robert, el que sería mi compañero durante el ascenso; a Longy, otra mochilera australiana de origen chino, y a Juan Carlo, nuestro guía.
Alrededor de las 8:30 salimos de Quito en 4×4 y, nada más salir, nos topamos con unas impresionantes vistas del Cotopaxi primero y luego, a lo lejos, del Volcán Chimborazo, de 6.300 metros de altura.
Nuestra primera parada fue una hora más tarde, en un pequeño bar-restaurante, donde nos equipamos con pantalones de alpinismo, forro polar y botas de montaña. Allí mismo nos permitieron dejar nuestra ropa habitual hasta nuestro regreso, al día siguiente.
Desde ahí, tuvimos media hora más de ruta en coche hasta una polvorienta pista a pie de montaña. Aquel camino, cuya pendiente daba miedo nada más mirar, llevaba directamente al refugio del Cotopaxi. Tardamos alrededor de 1 hora en superar los 400 metros de desnivel que nos separaban del que sería nuestro hogar aquella tarde-noche. Estábamos a 4.800 metros de altura.
Izquierda: 400 metros de duro desnivel hacia el refugio. Derecha: refugio del Cotopaxi, a 4.810 metros.
El refugio era más grande de lo que parecía. Había una gran cocina-comedor para unas 100 personas y, en el piso de arriba, yacía una amplia zona de literas.
Al entrar, rememoré el típico ambiente amigable y fraternal que suele haber entre montañeros. La gente comía o se tomaba un té caliente mientras discutía acaloradamente en grupo. Allí fue donde conocimos al resto de la expedición, una pareja Suiza, un guarda forestal (también Suizo) y un científico francés de unos 50 años; 7 personas en total.
Alrededor de las 13 horas almorzamos a base de pan, queso, embutidos y bebidas calientes. Acto seguido, fui a hablar con uno de los cuatro guías que nos acompañarían durante el ascenso.
Éste me advirtió que el Cotopaxi es un volcán que te exige al máximo, pues la ruta es larga, la altura considerable, y hay que escalar sobre hielo. Por suerte, el porcentaje de éxito es alto, alrededor del 70%, ya que la mayoría de gente que lo intenta sabe a lo que va y suele estar muy preparada.
También me comentó que la montaña más exigente del país no es ésta, sino el Chimborazo (6.300 metros), que sólo logran coronar el 40% de los montañistas que consiguen subir al Cotopaxi. No obstante, al llegar arriba, tienes la satisfacción de estar en el punto más alejado del centro de la Tierra, por encima del Everest, ya que el planeta tiene mayor diámetro en la franja ecuatorial.
La conversación con el guía me dejó inquieto y, a la vez, motivado, como un niño antes del primer día de «cole», o de ir a un parque de atracciones. Así pues, durante la siesta que tomamos por la tarde, además de escuchar música, me preparé mentalmente para el ascenso.
Recordé otros ascensos que había hecho en el pasado, como el Thorung La Pass en Nepal, o el Kilimanjaro, en Tanzania, ambos con más de 5.000 metros de altura. De aquellas experiencias aprendí la importancia de desarrollar de forma equilibrada las 3 partes del ser para culminar con éxito cualquier tarea vital que requiera el máximo de nuestras capacidades. De lo contrario, la parte más débil de la cadena se rompe; y, por consiguiente, no logras tu objetivo.
Para un ascenso de aquellas características:
- A nivel físico: debes tener una condición física de base que te permita resistir un considerable esfuerzo, además de estar correctamente aclimatado a la altura, lo cual requiere un tiempo mínimo de preparación previa. También debes haber comido correctamente y haberte hidratado. Y, por supuesto, debes tener un equipamiento que te permita protegerte del frío y desenvolverte con comodidad en condiciones extremas, como el hielo, el viento y la nieve.
- A nivel mental: debes confiar en tus posibilidades y saber mantenerte frío y sereno cuando te encuentres en medio de un esfuerzo extremo. En esos momentos, a pesar del dolor y la fatiga física, debes seguir avanzando paso a paso, olvidándote de la meta final; y, a la vez, escuchando posibles señales corporales de alarma que te permitan ser honesto y rendirte a tiempo cuando ello sea lo más prudente.
- A nivel espiritual: trabajé esta vertiente de dos formas. La primera, realizando una meditación mer-ka-bah para activar mi campo energético, focalizando en mi salud e integridad física. La segunda, conversando mentalmente con el volcán, pidiéndole permiso para coronar su cima y unas condiciones meteorológicas que lo hicieran posible. En caso contrario, pedí que supiéramos darnos cuenta a tiempo para poder volver a sanos y salvos a nuestro punto de partida.
Tras ese ejercicio preparatorio introspectivo conseguí dormir un poco hasta la hora de la cena, a las 18h. El menú consistió en sopa de arroz con pollo y unos espaghetti a la bolognesa.
Después de cenar, los 7 mochileros tuvimos una reunión con los 4 guías que nos acompañarían. Nos explicaron cómo sería el ascenso, formamos los grupos (2 turistas por guía) y ajustamos nuestros crampones.
Antes de ir a dormir, estuve realizándole algunos estiramientos a Longy, que tenía el cuello contracturado; y le desbloquée algunas vértebras a otro turista que me pidió ayuda tras descubrir que era osteópata. Todo ello, mientras mascaba hojas de coca que había comprado antes de subir al refugio y que, en teoría, ayudan a superar el mal de altura.
A las 19:30 fuimos todos a la cama.
Día 2. Coronando la cima del Cotopaxi (a 5.897 metros) con sudor y lágrimas
Nos despertamos a medianoche.
Se me hizo difícil dormir, pues tuve dificultades para respirar y, en ocasiones, justo antes de la inspiración, sentía una falta de aire que me obligaba a tomar profundas y enérgicas bocanadas de aire. Me dijeron que ello era buen signo de aclimatación.
Desayunamos algo rápido a base de pan, cereales, yogur y té; y, al poco, los diferentes grupos empezaron a ascender. Eran la 1:15 de la madrugada. Robert, Juan Carlo y yo fuimos el último grupo en salir.
La primera parte del ascenso consistió en una empinada cuesta de tierra y piedras que nos llevó una hora en completar. Las luces frontales eran imprescindibles, y es que todo era oscuridad a nuestro alrededor. Sólo veíamos las luces de Quito, a lo lejos; las estrellas del cielo, sobre nuestras cabezas; y las pequeñas luces de otros montañistas, moviéndose lentamente frente a nosotros.
Al llegar al glaciar del volcán nos vimos obligados a ponernos los crampones y a usar el piolet. La presencia de nieve y hielo es peligrosa, así que también nos pusimos arnés, mosquetones y nos atamos con cuerdas en grupos de 3. Entonces, el guía empezó a marcar el ritmo y las consignas. La cuerda siempre del lado del pendiente, en ligera tensión entre los miembros del grupo; el piolet, del lado de la ladera, para que sirva de apoyo cuando no se usa para escalar.
Izquierda: primera parte del ascenso. Derecha: llegando al pie del glaciar del Cotopaxi (fotos tomadas durante el descenso, pues de subida era de noche).
La parte del glaciar es conocida como “El laberinto”. El paisaje ahí es tan espectacular como inquietante. Por todas partes hay preciosas columnas de hielo, estalactitas y estalagmitas, y también profundas cuevas que parecen hacer incursiones infinitas a través del glaciar, originando habitáculos y bellas formaciones heladas.
Los peligros son evidentes en esta zona. Por un lado, vimos pequeñas avalanchas y desprendimientos de bloques de hielo. Por otro lado, además de cuevas interminables, había también profundas grietas en el suelo, algunas de las cuales no dejaban entrever su final. Todo ello es causado por la temperatura de la tierra volcánica que, al estar caliente, crea este tipo de accidentes orográficos; pero también pasadizos por los cuales circular.
Adentrándonos en «El laberinto”: nieve, columnas de hielo, cuevas, y grietas en el suelo.
Por si fuera poco, la altura empezó a hacer mella; puesto que, rápidamente, pasábamos de encontrarnos bien y llenos de energía a sentirnos fatigados y sin aire. Bastaba con un ligero acelerón del ritmo o la realización de algún gesto que requiriese un extra de energía. Así pues, hacíamos frecuentes pausas y avanzábamos a un ritmo lento, digno de una procesión de Semana Santa.
Al llegar a los 5.600 metros de altura, el guía nos propuso dos opciones, volver al campamento o seguir hasta la cumbre, unos 300 metros más arriba. Según nos dijo, quedaba alrededor de una hora y media más. Nuestra respuesta fue contundente: “Seguimos”. Al poco tiempo, comprendimos los motivos de aquella propuesta.
Lo que nos separaba de la cima eran 3 paredes de nieve y hielo prácticamente verticales que requerían el uso constante de nuestros cuatro miembros y, por supuesto, de los crampones y el piolet. Mientras escalábamos, trepábamos o nos arrastrábamos como podíamos por el hielo, un fuerte viento congelado nos fustigaba la cara sin piedad. La espesa niebla apenas nos dejaba ver algo a un metro de nuestras narices.
Durante los pocos tramos en los que se podía caminar, la nieve de nuestros pies se descomponía al intentar avanzar, lo cual nos hacía retroceder los pocos centímetros que acabábamos de ganar. Recuerdo que, en medio de aquel panorama desesperante grité. Grité muchas veces de rabia, de impotencia y de fatiga. Y, en más de una ocasión, los gritos dieron paso al llanto, un llanto de frustración, liberación y desahogo que sólo yo podía escuchar por culpa del fuerte viento.
Finalmente, a las 6:45 de la mañana, y ya de día, llegamos a la cumbre del volcán, cansados y llenos de nieve hasta las cejas. No había ninguna referencia que así lo atestara, ni tampoco vistas del cráter o los paisajes circundantes. Pero lo habíamos logrado.
Fue el ascenso más duro que jamás había hecho hasta el momento.
En un día despejado, éstas son las vistas en la cima del Cotopaxi. Foto vía ecuafoto
Estas son las vistas el día que coronamos la cima. Izquierda: mi cara de mártir con ojos llorones. Derecha: mi pequeño equipo celebrando la llegada a la cumbre (Juan Carlo, derecha; Robert, centro; y yo, izquierda)
3 horas y cuarto más tarde ya estábamos de vuelta en el refugio. Serían las 10 de la mañana. Una vez allí, preparamos nuestras mochilas y descendimos 1 hora más hasta el pie de la carretera donde nos había dejado ayer el 4×4. Mis cuádriceps estaban agarrotados; y mis tibias, irritadas por el impacto que las botas rígidas que llevaba habían ido causando en ellas.
Sólo quedaba un plácido camino de vuelta hacia Quito.
######
Y hasta aquí, mi guía-relato de ascenso al Cotopaxi.
Espero que te haya gustado y/o que te sirva de ayuda sin algún día quieres subir este legendario volcán.
Si tienes algo que añadir o quieres dejar constancia de tu propia experiencia, no dudes en dejarnos un comentario. ¡Será un placer leerte!
Buenos días Ubay,
Espero que sigas tan bien y estupendo como siempre,,,
Referente a tu artículo ,una experiencia inolvidable,,,
físicamente ,veo que hay que estar muy bien preparados para este proyecto ,,
Cómo siempre un placer de leer ,tus actividades ,para a posteriori ,poder algunos realizarlas y experimentarlas,,,,Y además con una información p de primera mano privilegiada,,
Mis mejores deseos para tí y para tú vida ,
Un cordial saludo!!!!!!!
Hola Toñi,
Por aquí todo bien, muchas gracias.
Y sí, ascender al Cotopaxi fue duro, y hay que estar mínimamente en forma. Sin embargo, como todo en la vida, cuando algo nos cuesta esfuerza, solemos apreciarlo más.
De aquella experiencia saque algunas buenas lecciones aplicables a la vida cotidiana. Espero que sean de utilidad. Y, por supuesto, ojalá sea de ayuda si algún día tú o algún conocido os animáis a hacer el ascenso.
Un abrazo y mis mejores deseos de vuelta
¡Enhorabuena Ubay!!
Menuda experiencia, me ha gustado mucho tu relato, ya que también soy amante de la montaña, aunque no a tanto nivel como tú jeje, porque no veas, menudo esfuerzo y forma física para subir allí.
¡Gracias por compartirlo!
Un saludo.
Hola Barto,
Me alegro de que te haya gustado el relato. Un buen montañero siempre aprecia historias ligadas a su disciplina 😉
En forma estoy, pero no es que tenga mucho nivel, si no, no me hubiera costado tanto llegar, pues ya ves que sudé sudor, sangre y lágrimas para llegar.
Cualquiera con un mínimo de condición y algo de tiempo para adaptarse puede subir. Espero que algún día puedas intentar este bonito y exigente ascenso. Seguroq que te encantaría.
Un fuerte abrazo
Gracias por compartir esta experiencia en detalles, porque servirá mucho como información para valientes que arriesgan sus vidas en estas excursiones. Me gusta viajar y he tenido aventuras arriesgadas, pero no soy amigo del frío ni de la nieve.
Ubay, muchas gracias por tu excelente trabajo y los detalles aportados; suerte siempre.
Gracias a ti Alberto,
De eso se trata, que el artículo anime a otros montañeros o amantes de la naturaleza a preparar la excursión a conciencia y con conocimiento de causa.
Al igual que tú, no soy amigo del frío y la nieve, pero si los retos que me marco conviven con estos factores, pues intento lidiar con ellos. Qué remedio.
Un abrazo fuerte y te agradezco tus palabras.
Wow excelente tu relato, el Cotopaxi es muy imponente y creo que lo que hace lograr su cumbre es el respeto que se le tiene al majestuoso, yo siempre subo montañas pidiéndole permiso y agradeciéndole a cada montaña por permitirme estar ahí. Yo fui en diciembre, muy exigente, logré la cumbre y sigo contando ello a todo mundo, se lo que cuesta, así que FELIZ CUMBRE, cuéntame que tal estaba el clima en junio? Fuiste en junio verdad? Creo que iré en mayo de este año, entiendo que junio es buena época, sabes algo sobre eso?, gracias
¡Hola Andy!
Me alegra que te haya gustado el artículo. Especialmente viniendo de otro montañero con la misma experiencia que yo.
Compartimos el respeto por las montañas y el hecho de pedir permiso y conversar antes, de alguna manera, con la madre naturaleza. Creo que es algo importante, por lo menos para mí. Y sí, para mí fue un gran logro, no exento de dificultades. Creo, sin duda, que fue mi montaña más difícil.
Y no, no fue en junio, sino en noviembre. No creo que sea el mejor momento del año. Seguramente mayo sea mejor mes, aunque a casi 6.000 metros la dificultad siempre es elevada. De todas formas, te invito a que hagas por tu cuenta una rápida búsqueda a nuetro amigo Google (como no).
En cualquier caso, gracias por compartir con nosotros tu vivencia.
Un abrazo
Hola Ubay
Hace 2 dias acabo de realizar la ascensión a este maravilloso y legendario volcán, justo ahora leo tu aventura del ascenso y me siento totalmente identificado con tu experiencia ya que tu relato es idéntico a lo que experimenté en mi expedición, felicitaciones por la cumbre y todos mis respetos porque esta montaña como bien dices y el guía te indicó te saca lo máximo de ti y te lleva al límite, en mi caso tuve la suerte de disfrutar de las espectaculares vistas del cráter y del resto de volcanes del país, gracias por tu relato, me emocioné de recordar todas esas emociones que solo quien lo ha escalado conoce…un saludo amigo si regresas a ecuador aqui tienes un compañero de montaña…
Hola Frank,
Mis felicitaciones para ti también, pues no es una cumbre fácil de hacer.
Como viste, se trata de una experiencia mágica, que te lleva al límite y, además, pudiste disfrutar de las maravillosas vistas. Te envidio, amigo.
Un fuerte abrazo y hasta pronto
Amigo, gracias infinitas por este relato. Me ha ayudado por muchos meses.
Acabo de regresar a casa en NY después de haber hecho cumbre en el Cotopaxi.
No escribiré mucho en esta plataforma, pero quisiera decirte que subir a la cima del todo poderoso volcán me costó lágrimas, zudor y un esfuerzo sobre natural que hasta ahora no lo entiendo. Dos horas antes de lograr cumbre mi cuerpo ya estaba 100% desgastado, no podía mover ni un músculo pero mi guía, mi amigo nunca dejó de motivarme y empujarme. Nunca se rindió de mí. Mi compañera de cordada también estaba cansada pero tenía mucha más energía que yo y tampoco dejaba de apoyarme. Como dije antes, no entiendo cómo una persona puede hacer un esfuerzo tan inhumano aún cuando el cuerpo ya no tiene nada de energía en el tanque. Creo que lo único que me llevó a la cima fue el solo objetivo de escuchar la voz de la montaña que me habló muy audiblemetente mientras juntaba mis rodilla y manos sobre su fría y nevada cima con incalmables lágrimas de gratitud. Mientras escuchaba el poderoso viento y apreciaba la nublada cima me sentí tan pequeño y a la vez tan grande. Sentí que la montaña me abrazó con toda su majestad. Necesitaba esta experiencia en mi vida ya que es el cierre y el inicio de un capítulo.
Nunca olvidaré a esta hermosa montaña. Nunca olvidaré que en todo su peligro y majestad fue usada para escuchar la voz de Dios.
¡Buenos días Geovanny!
Un placer y una gran satisfacción que este artículo te haya podido ayudar a subir esta montaña.
Leyendo tu relato me has hecho rememorar la experiencia, la dureza y la épica necesaria para poder subir a la cima; en especial, en condiciones climatológicas adversas. Pero también el placer, liberación y gratitud que uno obtiene al poder hacer cima.
Y sí, comparto contigo esa parte mística de la aventura. Yo siempre converso con las montañas antes de intentar coronarlas. En tu caso, la montaña te habló a ti, así que, considérate un afortunado.
Te felicito por tu hazaña y por tu coraje. Y te agradezco que hayas querido compartir tu experiencia con los lectores.
¡Un fuerte abrazo y suerte con todo!
Excelente motivación Ubay, te comento que el 10 y 11 hice el primer intento de cumbre, pero la montaña no nos permitió el paso, aun cuando pedimos permiso se cerro y prácticamente nos mando sacando, pudimos llegar a los 5200, sin duda es una experiencia inolvidable por el mal clima que nos hizo, y seguro regresare a los comentarios para relatar mi segundo intento de cumbre, siempre es un gusto leer tus relatos que me mantienen motivado y se cuan difícil va a ser llegar a la cumbre, pero nada es imposible si te lo propones.
saludos
Israel..
Pdt: esta historia continuara jaja
Hola Israel,
Buen intento, 5200 metros es una cifra ya muy considerable; pero, como ya has visto, allí arriba, es la madre naturaleza quien manda.
Cuando yo estuve, las condiciones fueron complicadas, pero no tanto para impedirnos llegar a la cumbre. Espero y deseo que, en tu próximo intento, puedas lograrlo. Y, por supuesto, no dudes en compartirnos tus sensaciones, anécdotas e impresiones. Será un placer leerte.
¡Un fuerte abrazo y mucha suerte!