En la sociedad actual todo gira entorno al dinero.
Para satisfacer nuestras necesidades, cumplir nuestros sueños o pagar nuestros caprichos necesitamos dinero. Pero esto, en sí, no es un problema.
El problema es que el sistema monetario nos convierte en esclavos y, en nuestro afán por conseguir dinero, acabamos renunciando a nuestra felicidad, pisoteando al prójimo y destruyendo el medio ambiente. Te lo explico con más detalle en este artículo.
No creo que a nadie le resulte agradable esta situación. Y, aunque es posible ser rico sin necesidad de tener mucho dinero, la necesidad de un nuevo sistema monetario se hace cada vez más evidente.
Por tanto, la cuestión es: ¿cómo podemos mejorar el sistema económico actual?, ¿existe un sistema económico alternativo más justo?, ¿es posible compatibilizar la obtención dinero con la autorrealización y la felicidad de las personas?, ¿podemos hacer que la economía y la ecología vayan cogidas de la mano?
A continuación, te voy las respuestas que un día me llegaron a través de un bonito sueño. ¿Preparado?
El sueño de un nuevo sistema monetario: el colapso de la economía mundial
Un día tuve un sueño.
En él, había una gran explosión en la economía mundial. De la noche a la mañana, el sistema económico se colapsaba, la bolsa se hundía y el dinero perdía todo su valor.
¿Crees que el mundo se acabaría si esto sucediera?
Pensando desde la óptica actual, probablemente sí. Sería un caos y un descontrol total. Habría manifestaciones, violencia, muerte y destrucción. Pero, en realidad, ¿qué cambios habría a nivel de biológico y natural? ¿Acaso dejaríamos de respirar? ¿Nos impediría ello salir al campo a dar un paseo o ir a visitar a nuestros seres queridos? ¿Se derrumbarían los edificios, desaparecerían los mares, caerían las montañas?
Obviamente no. Y eso era exactamente lo que ocurría en mi sueño. La gente continuaba haciendo una vida completamente normal, como si nada hubiera ocurrido. De hecho, la gente era más feliz sin tener que convivir con la inestabilidad y la presión del antiguo sistema económico. Es más, se creó un nuevo sistema monetario más justo y sostenible que nos permitía seguir tranquilamente con nuestra vida. En seguida te cuento los detalles.
Lo que quiero decirte con esto es que, si este sueño fuera real, la realidad podría ser exactamente como en mi sueño; ¿por qué?
Porque nuestro sistema económico es una farsa; una burda ilusión que sólo es alimentada por nuestra mente de forma colectiva para beneficiar los intereses de unos pocos.
Para librarnos de ella, sólo deberíamos ponernos de acuerdo entre todos. Y eso es precisamente lo que ocurría en mi sueño.
La redefinición del sistema monetario mediante nuevos criterios
El sistema económico actual necesita ser redefinido completamente mediante nuevos criterios. Foto vía Shutterstock
En mi sueño, tras el colapso del sistema económico, lo primero que se hizo fue reconstruir un nuevo sistema monetario reinventando el dinero e instaurando nuevos criterios para su utilización.
El dinero pasó de ser algo físico a ser un medio de pago cien por cien virtual –algo perfectamente factible con la tecnología disponible–, y a cada persona se le asignó una cuenta corriente personal, accesible y operacional en cualquier momento y lugar del planeta.
También se creó una nueva moneda mundial que era usada en todos los países y, en cada uno de ellos, cada objeto o servicio tenía precios muy similares, sujetos a variaciones sólo justificadas por las razones que a continuación te contaré.
Por otra parte, el dinero se convirtió en un bien personal e intransferible que sólo podía ganarse a base a méritos personales. Cada cual ganaba el dinero que se merecía en función de lo que hacía.
Ese dinero se podía gastar en lo que cada uno considerase oportuno, ya fuese para sí mismo, para su familia o para la comunidad. Sin embargo, no era posible hacer transferencias de divisas de una persona a otra salvo en casos excepcionales y totalmente supervisados; por consiguiente, no podían recibirse donaciones, herencias ni tampoco dinero negro (inexistente) o procedente de fuentes ilícitas.
El único criterio por el cual una persona podía acceder al dinero virtual dependía de cómo sus actos repercutían en el bien de la comunidad. Cuanto más contribuía una persona a mejorar la vida de los demás, a cuidar el medio ambiente o en hacer de este mundo un lugar mejor, más dinero y mayores privilegios podía obtener.
Lógicamente, se redactaron leyes, una constitución nacional y una constitución internacional que definía y valoraba detalladamente todas y cada una de las actividades humanas conocidas y que iban apareciendo para determinar en qué grado dichas actividades se consideraban beneficiosas o perjudiciales.
Finalmente, en cada población, región y país del mundo, se crearon comités populares encargados de valorar de forma periódica, regular, pública y transparente los actos y acciones de cada ciudadano de su comunidad. De esa forma, se determinaba la cantidad de dinero público (el único que existía) que recibía cada persona en su cuenta corriente personal.
El trabajo dentro del nuevo sistema monetario
Como era de esperar, hubo un cambio radical en la lista de profesiones más y menos remuneradas. Las profesiones de médico, investigador, maestro, agricultor o arquitecto, por ejemplo, pasaron a ser las más remuneradas; en caso de realizarse correctamente, claro. Estos profesionales se convirtieron en los nuevos “millonarios”; aunque, de hecho, había pocas diferencias entre los que más y menos dinero tenían.
Por el contrario, profesiones relacionadas con la especulación bancaria o inmobiliaria, la explotación de recursos fósiles o los negocios que contribuían a la deforestación del planeta o a la contaminación del medio ambiente dejaron de estar remuneradas.
Lo mismo sucedía con actividades que hoy en día se consideran ilegales, como el tráfico de personas, el narcotráfico o la esclavitud. Todas estas actividades desaparecieron de forma natural sin necesidad de prohibirse, pues no reportaban dinero ni podían ser subvencionadas de ninguna otra forma.
El sistema monetario actual necesita una redefinición mediante nuevos criterios. Foto vía Shutterstock.
En este nuevo sistema monetario, las personas, obviamente, también debían formarse y tener especialidades profesionales según sus gustos y capacidades que, por supuesto, eran justamente remuneradas según su aportación social.
No obstante, esa remuneración estaba sujeta a variaciones que no dependían de los caprichos de la bolsa, del político de turno o de las empresas del IBEX 35, sino de las necesidades colectivas del momento. Así pues, en un momento dado, si la comunidad necesitaba mano de obra urgente para construir inmuebles, realizar recogida masiva de escombros o efectuar trabajos agrícolas por escasez de alimentos, estas actividades pasaban a estar mucho más remuneradas.
De esta forma, profesionales con sueldos inferiores o sin empleo accedían a un trabajo que les reportaba un mayor poder adquisitivo. Además, en caso de necesidad, cualquier persona era llamada a presentarse libremente para hacer esas tareas a cambio de su correspondiente remuneración.
En este nuevo sistema social siempre había trabajo para todos, y siempre había actividades por hacer. El paro o la inactividad profesional estaba permitida, pero era mínima; primeramente porque no trabajar (aportar a la comunidad) significaba no recibir la remuneración económica correspondiente. Y, en segundo lugar, porque se había creado una conciencia colectiva de responsabilidad social tan grande que no participar en ella dejó de ser una opción para la gente.
Había una implicación ciudadana total en la comunidad que hacía que todo el mundo estuviera dispuesto a ofrecer su tiempo y energía para el bienestar de los demás. Y, con el tiempo, el trabajo, más que una obligación, acabó percibiéndose como una contribución voluntaria encaminada a la autorrealización personal y al bien común.
Un cambio profundo en la sociedad y en la mentalidad de las personas
Hubo un gran cambio en la actitud y los valores de las personas. Las acciones de la gente empezaron a focalizarse en el amor y el respeto al prójimo y a la vida en general.
Desapareció el impulso (y la necesidad) de engañar, humillar, robar o matar por dinero, así como la destrucción del medio ambiente por ese mismo motivo. Y, aunque en ocasiones sólo fuese por la consiguiente remuneración económica, la gente empezó a desvivirse para servir a su comunidad y hacer del mundo un lugar mejor.
Ese cambio en la mentalidad de las personas fue derivando en una transformación de la industria, del medio ambiente y de cualquier otra manifestación social.
El ejército y la inversión en armas se redujeron a la mínima expresión, las actividades económicas contaminantes se esfumaron, y empezaron a desarrollarse exponencialmente las energías limpias, el reciclaje y la industria ecológica y sostenible. También empezó a invertirse de forma masiva en proyectos de ayuda humanitaria, en salud y en educación.
El cambio en la mentalidad de las personas fue transformando el sistema económico y social de forma radical. Foto vía Shutterstock.
Renta mínima y servicios básicos asegurados
En la sociedad de este nuevo sistema monetario, todos los países tenían constituciones que garantizaban los servicios básicos. En la constitución de mi país, por ejemplo, ya consta el derecho a la educación, a la sanidad y a un salario y vivienda dignos; en este nuevo sistema, estos servicios mínimos se cumplían y se aseguraban de verdad.
Todo el mundo tenía acceso a lo básico, y de forma gratuita; ya fuera una pequeña vivienda donde vivir cómodamente, un medio de transporte adecuado para desplazarse o el acceso a la mejor educación pública. Y todo ciudadano tenía una renta mínima garantizada con la que alimentarse, vestirse e incluso darse un capricho. Y sin necesidad de trabajar.
Todos esos servicios representaban sólo mínimos para vivir con dignidad. Nada más. No obstante, cualquier persona podía acceder a más. Es decir, seguía habiendo escuelas de élite, ropas de diseño, coches de lujo y grandes mansiones; pero, para poder tenerlo, se debía trabajar y, por supuesto, realizar un trabajo que repercutiera positivamente en el bienestar del prójimo y de la comunidad, pues ésas eran las actividades mejor remuneradas.
No a la superpoblación
Un modelo en el que cualquier ciudadano tenga derecho a una vida digna y cómoda sin necesidad de realizar un trabajo de forma obligatoria debe tener en cuenta que el planeta tiene recursos limitados.
En un planeta de tamaño fijo y recursos finitos, no puede haber un sistema económico de crecimiento continuo indefinido ni un modelo demográfico en constante expansión. Estos conceptos se comprendieron rápidamente, y dieron lugar a políticas que se ajustaban a ellos.
Un planeta finito y de recursos limitados, no puede permitirse una economía de creamiento ilimitado y un crecimiento demográfico exponencial. Foto vía Shutterstock.
La economía dejó de ser cuantitativa, capitalista y de crecimiento constante para convertirse en una economía cualitativa, ecologista y de crecimiento discontinuo. Y la producción de recursos se centró en producir beneficios reales a las personas, así como en fomentar la salud y la sostenibilidad del planeta.
Obviamente, si tiene que haber suficientes viviendas, vehículos, ropa y comida para todos, la población no puede crecer de forma continua y exponencial. Por esa razón, cada comunidad o país calculó el número máximo de habitantes que podía albergar ofreciéndoles a todos una calidad de vida óptima. Para lograrlo, se limitó la población mediante leyes y políticas de control de natalidad que se aprobaron por consenso.
Sucede lo mismo con las carreras universitarias o la formación profesional. Si formas más médicos, abogados o fontaneros de los que el mercado puede absorber, éstos no van a encontrar ocupación, tendrán trabajos precarios o se verán obligados a cambiar de profesión. Esta situación provoca malestar, conflictos y crisis sociales.
En esta nueva sociedad entendieron que las “plazas” en este planeta son limitadas, y que más valía engendrar a otras personas ofreciéndoles un mundo donde todos pudiesen vivir cómodamente y en armonía, antes que dándoles una vida precaria y de sufrimiento que, encima, degrada rápidamente el medio ambiente.
Por ello, al inicio, la aplicación de una economía decreciente se alineo con un descenso demográfico paralelo, y casi siempre de forma natural. Esa política no se percibió como una imposición o una limitación de los derechos humanos, sino como una necesidad colectiva para el bien de la comunidad.
Por ese motivo, en los casos que hubo que controlar por ley la población, no hubo quejas, manifestaciones, revoluciones o guerras, sino que fue asumido como un problema colectivo puntual que debía solucionarse de forma responsable entre todos, y no como una imposición para el beneficio de unos pocos.
En estos contextos, se adoptaron políticas de consenso que limitaban de forma temporal la natalidad, o que facilitaban la movilidad de las personas hacia regiones o países menos poblados.
El amargo despertar
Y de repente, desperté…¡plofff!
De forma brusca salí del mundo de los sueños, donde había creado una bella utopía.
De repente, el despertador me sacó de forma brusca de mi bonito sueño. Foto vía Shutterstock.
Dejé una sociedad imaginaria donde el dinero ya no era el centro de nuestra existencia. Un mundo donde no se podía obtener libertad, poder y privilegios atentando contra la vida.
Salí de la cama con cierta amargura, porque quería seguir en una sociedad donde las personas pensaban en las personas y en su entorno. Quería permanecer en un nuevo sistema monetario donde el único criterio válido para obtener beneficios era hacer algo por el bien de la comunidad.
Quería regresar a un mundo en el que hubiera un sentimiento de responsabilidad compartida en el que todos intentábamos mejorar la sociedad y ayudar al prójimo como única forma de obtener nuestro propio progreso.
Deseaba permanecer en un lugar donde cada ciudadano participaba de forma constante y activa en la elaboración de ideas y propuestas que inspiraban las leyes y los criterios que movían el sistema. Una sociedad verdaderamente democrática, participativa y justa.
No quería volver a un mundo donde las cosas se hacen únicamente por dinero a costa de hundir al prójimo y destruir el medio ambiente. Prefería aquel maravilloso entorno en el que la gente se desvivía por cuidar el planeta y ayudar a sus conciudadanos a cumplir sus sueños.
Pero, de nuevo, me encontraba irremediablemente en la realidad actual. Y mi pregunta fue: ¿Estaré describiendo una utopía irrealizable?
Quizás, en unos años, el mundo no pueda concebirse de otra forma. El tiempo dirá pero, ¿acaso no sería bonita una sociedad así?
En cualquier caso, éste es mi sueño, ésta es mi utopía. Y me siento orgulloso de poder compartirla a través de estas líneas. Sé que muchos la verán irrealizable, peligrosa o incluso absurda.
Pero tengo la esperanza de no ser el único que sueñe con esta realidad. Y espero que, compartiendo este tipo de sueños y utopías, logre despertar alguna conciencia para que –poco a poco– se empiece a trabajar en esta dirección.
Puede que, en el futuro, esta utopía sea un hecho. Porque los sueños y utopías del ayer son las realidades de hoy y las obviedades del mañana.
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Y creo que, de momento, ya he hablado suficiente, así que creo que ha llegado tu turno…
¿Y tú? ¿Qué opinas de mi utopía? ¿Has soñado alguna vez con un mundo así? ¿Cómo ves el futuro de la sociedad y del sistema monetario actual?
No dejes de darnos tu opinión, nos encantará leerte; y estarás poniendo tu granito de arena para ayudar a imaginarnos el día de mañana.
Hola mi bello amigo!
Buenas noches!
Espero te encuentres bien… De verás, tenías mucho tiempo sin escribir…
Con relación al excelente artículo que hoy nos regalas, quiero decirte que me anoto en la lista de éste sueño compartido. A medida que iba leyendo me quedaba sorprendida y enamorada de cada una de esas maravillosas ideas. Es increíble como puedes diseñar un plan tan espectacular. Considero que si se puede lograr un sistema con éstas características.
A medida que leía me iba conectando con tu sueño y mis ideas se hilaban de forma espontánea. Sería maravilloso porque viajaría por el mundo para conocer su cultura… a la vez prestar y brindar mi servicio sin necesidad de buscar mejorar económicas, ya que en todos los países conseguiría un salario similar y las condiciones o necesidades básicas estarían garantizadas.
Con esta nuevo sistema estoy segura que seríamos más creativos y cada quien mostraría su propio sentir y su propia esencia, sin tener que sentirse obligado por las imposiciones de una sociedad, porque el enfoque sería el «bien común» y de esta forma amaríamos a todo lo que nos rodea y el poder de empoderamiento crecería y no existiría la pobreza como tal.
Sólo difiero en algunos aspectos que pueden mejorar el logro de este sueño, como por ejemplo:
* ¿ Qué estrategias podríamos implementar para podernos de acuerdo en el menor tiempo posible? ( Porque ponernos de acuerdo no es fácil:::)
*¿Cómo ayudar a las personas a servir al prójimo de forma desinteresada…? y que necesariamente no esté pensando que si no hace una buena obra no recibirá una remuneración …
Fascinada con tu sueño, porque me hiciste volar muy lejos….
Un súper abrazo!!!
¡Hola Francis!
Gracias por tus palabras. Me alegro que el artículo te haya enganchado y que las ideas que en él aparecen te parezcan buenas e incluso factibles. Opino que le mundo sería mejor así, y si muchos compartimos esa visión, es cuestión de tiempmo (y trabajo) que, poco a poco, se vayan implementando medidas en esa dirección.
Efectivamente, en un mundo así, las personas se podrían preocupar de su autorrealización y de ayudar al prójimo, lo cual crearía sin duda un mundo mejor y dinámica mucho más humana y humanitaria. Seríamos mucho más libres y felices.
En cuanto a tu primera pregunta: mi primera acción ha sido crear este artículo y exponerlo al mundo para abrir conciencias. Las actuaciones complementarias son infinitas y están abiertas a la creatividad y capacidades de cada cuál: crear grupos de discusión, realizar peticiones populares para crear iniciativas legales, manifestarse, escribir un libro…y muchísimo más.
En cuanto a la segunda pregunta, no me importa, y creo que no es importante. Idealmente, debería haber una motivación altruista, pues sería todo más puro e ideal. Pero en realidad, da igual, se haga por dinero o por altruismo, el efecto y los hechos serían los mismos: ayudar al mundo y al prójimo, lo cual será positivo. En el extremo contrario, si alguien mata a alguien, tal vez la condena sea menor si no fue intencionado, pero el hecho es el mismo: has acabado con la vida de alguien, algo que, en principio, es negativo e inconveniente.
Si se te ocurren otras soluciones y cuestiones, estaremos encantados de escucharte.
En cualquier caso, muchas gracias por tu comentario Francis y por tu aportación.
¡Un fuerte abrazo!
Me ha encantado el artículo. Debemos ponernos todos de acuerdo para que este nuevo sistema salga hacia adelante.
El sistema en el que vivimos está enfermo, contaminado…
Muchas gracias por compartir tu sueño. Esa sociedad tiene una mentalidad de éxito, trabajar desde el amor para aportar el maximo valor a las personas.
Estoy segura de que la lectura del post le servirá a muchas personas que están en su camino de redescubrimiento, en busca de esa esencia con el fin de beneficiar a muchos..!!!!
Gracias!
¡Hola Bárbara!
Estoy feliz de oír que te ha gustado el artículo. Y estoy de acuerdo en que debemos ponernos de acuerdo para crear una conciencia colectiva que vaya poco a poco en esa dirección. El sistema actual está, efectivamente, obsoleto y requiere cambios importantes.
Ha sido un placer compartir esta visión y ver que hay personas que también la tienen. ¡No estoy solo en esto! 😉 Espero, como dices, que este sueño u utopía despierte conciencias o refuerce las ideas de personas que también quisieran un mundo así.
Esperemos que, en el futuro, podamos disfrutar de una sociedad como la que aquí describo.
Gracias a ti por comentar y por compartir.
¡Un fuerte abrazo!
Hola mi amigo bello!
Tienes razón, no importa los medios sino lo que se quiere lograr. De ahí, la importancia de debatir, porque me haces ver los cosas desde otro punto de vista y ambos nos nutrimos.
Y culmino con una frase del Principito: «No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos»
Un fuerte abrazo!
¡Hola Francis!
Exactamente, de eso se trata, de compartir opiniones y, durante ese proceso, enrriquecernos mutuamente….
Gracias por tu aportación y también por esta última frase…
¡Un abrazo!
HOLA UBAY,,,,
GRACIAS ,SIEMPRE POR TUS APORTACIONES Y DEJARNOS OPINAR EN PLENA LIBERTAD,,,
VOY A SER MUY BREVE,,,MI PREGUNTA EN CUESTIÓN,¿HACEMOS LO CORRECTO PARA CAMBIAR ESTA SITUACIÓN?
DEBERÍAMOS ,EMPEZAR ,A CAMBIAR ,EN PRIMERA PERSONA Y HACER ,EN VEZ DE HABLAR TANTO Y DERROCHAR ENERGÍA ,ES DECIR GASTAR FUERZA INNECESARIA,,?
EL MUNDO ESTÁ AHÍ ,SIEMPRE ESTARÁ ,NOSOTROS ESTAMOS DE PASO ,,NO SIEMPRE ESTAREMOS ,,EN PERSONA FÍSICA,,,,,
UN SALUDO
¡Hola Toñi!
Gracias a ti por tus comentarios y tus aportaciones.
La respuesta a tú pregunta, para mí, tiene fácil respuesta. La respuesta es No. O, por lo menos, no las personas suficientes que deberían hacer lo que deberíamos hacer para llegar al resultados que decimos querer llegar.
Y sí, el primer paso es actuar en primera persona, aunque siempre lo primero es pensar, escribir y compartir….
¡Un abrazo!
Un artículo muy interesante. Reconozco que me cuesta encontrar el equilibrio entre la utopía y el pesimismo. Pero lo que está claro es que no podemos dejar de soñar.
En esta ocasión, no es una canción. Pero justo esta mañana me he llegado este video con un emocionante discurso de Eduardo Galeano,que me ha hecho recordar tu artículo.
https://www.facebook.com/SpanishRevolution/videos/1020988677989933/
¡Hola Amaya!
Precisamente en un mundo así es en lo que sueño. El modelo económico del que hablo es el único que podría implantarse en el tipo de sociedad del que se habla en este video.
Muchas gracias por tu aportación y por ese pedacito de video que nos permite seguir soñando…
¡Un fuerte abrazo!