Desear el mal al prójimo se ha convertido en una tendencia dominante en nuestros tiempos.
En la escuela, en el trabajo, entre amigos y en casi cualquier ámbito de la vida, las personas se pisotean, se agreden y se desean lo peor las unas a las otras.
La cuestión es: ¿por qué lo hacemos? Y, ¿hacia dónde nos lleva esta actitud?
Para poder responder, permíteme que te dé algunos ejemplos.
Desear el mal a amigos y conocidos
No sé si te habrá pasado que, estando en un grupo de amigos o conocidos, empiezas a contarle a los presentes tus ilusiones, tus proyectos, tus ambiciones… O lo bien que te está yendo en ese momento.
Entonces, al hacerlo, observas 2 tipos de actitud: la primera es la de aquellas personas que se alegran por ti, que te animan, que te apoyan y que –si pueden– te ayudan en todo lo que está en su mano.
La segunda es la de quienes, por mucho que pongan buena cara, intentan desilusionarte, le encuentran trabas a todo lo que dices e incluso tratan de boicotear todos tus proyectos, a los que tildan de locura, ilusión o utopía.
Este segundo tipo de personas se encuentra por todas partes. Y, cuando me topo con ellas, suelo actuar de dos formas: o me alejo rápidamente, o me quejo de lo dura y desgraciada que es mi vida (aunque no sea el caso), pues parece que es la única forma de hacerles felices y evitar que vayan a por mí.
Esta es la cara que se le quedan a algunos “amigos” cuando les cuentas lo bien que te va todo. Foto por W.J. Mahnken, vía Shutterstock
Desear el mal al prójimo en la escuela o en el trabajo
Desear el mal al prójimo también es habitual en la escuela, en la universidad o en el trabajo.
Puede que, en la universidad, tus compañeros te pasaran los apuntes cuando no podías ir a clase, que todo el mundo te echara un cable cuando tenías problemas y que los profesores fueran pacientes y comprensivos; de esos que realmente desean que des la respuesta correcta a sus preguntas.
También es posible que, en el trabajo, tus colegas te cubriesen las espaldas si llegabas tarde a la oficina, y que todo el mundo estuviese de acuerdo en darle un ascenso al que realmente se lo merecía.
No obstante, lo que suelo ver es todo lo contrario.
En las universidades, cada alumno quiere destacar por encima del resto al precio que sea; y muchos profesores, en lugar de desvivirse por facilitar el aprendizaje, parece que disfruten ocultando información y esperando el fallo del alumno para caerle encima y hundirlo.
Lo mismo ocurre en el medio laboral, que acaba convirtiéndose en una jungla en la que impera la ley del más fuerte y donde todo vale para sobrevivir, o para lograr un ascenso.
Desear el mal el prójimo en el trabajo nos lleva a situaciones como ésta. Foto por Nomad_Soul, vía Shutterstock.
Desear el mal al prójimo en la vida
Todo lo anterior es perfectamente aplicable a cualquier ámbito de la vida. Para ejemplificarlo, te contaré una anécdota.
Un día me encontraba dentro de un vagón del metro cuando, justo al sonar la alarma que advertía del cierre de puertas, apreció un grupo de cuatro amigos. Al oír la sirena, todos empezaron a correr.
Durante la carrera, uno zancadilleó a otro, que cayó al suelo; pero este último, desde el piso, aún pudo agarrar a su agresor por el pantalón, así que ambos quedaron fuera de combate. Por último, los dos que aún tenían opciones de alcanzar el tren se enzarzaron entre sí hasta derribarse mutuamente. Al final, ninguno de los cuatro logró subir al vagón.
Cuando uno sólo piensa en sí mismo, está dispuesto a lo que sea para lograr sus objetivos; y eso nos lleva a desear el mal al prójimo, tal y como ocurrió en aquella estación de metro.
Así terminaron los 4 amigos del metro. Foto por May_Chanikran, vía Shutterstock
¿A dónde nos lleva desear el mal a los demás?
Creo que, con los ejemplos anteriores, queda bastante claro hacia dónde nos lleva desear el mal a los demás.
Desear el mal a tus amigos te lleva a estar solo, o a terminar rodeado de personas heridas, infelices o rabiosas que están esperando su turno para pagarte con la misma moneda.
Estudiar con un maestro que espera tus fallos para humillarte o castigarte convierte el aula en una angustiosa cárcel donde los errores no se toleran, donde los nervios están a flor de piel y donde aprender es muy difícil, lo cual compromete tu salud, tus estudios y tu futuro profesional.
Y estar rodeado de personas ultracompetitivas dispuestas a destruirte para lograr sus metas convierte el día a día en un calvario donde predomina el miedo, donde es complicado dar lo mejor uno mismo y donde disfrutar de la vida resulta prácticamente imposible.
Dicho de otra forma, desear el mal al prójimo inicia una espiral negativa que acaba convirtiendo la existencia en un suplicio. Tanto a ti como a los demás.
¿Por qué deseamos el mal al prójimo?
Cada uno puede tener diferentes motivos para desear el mal al prójimo, pero la experiencia me ha ayudado a encontrar algunas explicaciones.
Las personas que desean el mal a sus amigos, suelen ser personas amargadas, frustradas, acomplejadas o insatisfechas con su propia vida. Se trata de personas incapaces de encontrar su camino o de luchar por sus sueños a causa de sus carencias personales.
Me he percatado de que, tanto el maestro que no quiere enseñar como el compañero que está esperando a que falles para humillarte o hundirte, son personas inseguras, personas con baja autoestima y, en general, personas con miedo; que temen –entre otras cosas– que un día seas mejor que ellas.
Las personas que desean el mal al prójimo, por dentro, son así. Foto por Agami Photo Agency, vía Shutterstock.
Quien desea el mal al prójimo lo hace porque percibe el éxito y la felicidad ajena como un fracaso propio, y como un agravio comparativo hacia su propia persona.
Cuando vemos la vida de esta forma tan perturbada (y sin embargo tan habitual en nuestra especie), sólo conseguimos ser felices siéndolo más que la persona de al lado.
Y, si ello no es posible, nuestra felicidad se reduce –no a luchar para mejorar nuestra situación–, sino a ver y producir infelicidad en los demás.
Es entonces cuando nos volvemos peligrosos y destructivos; porque, llegados a este punto, lo único que nos importa es estar en una situación más ventajosa que la del vecino.
No nos importa estar frustrados, amargados o ser infelices; siempre y cuando las personas que nos rodeen estén peor que nosotros. Y tampoco nos importa que nos estemos ahogando, siempre y cuando nuestra cabeza esté algo más cerca de la superficie.
El problema es que, al final, acabamos todos muertos.
Queremos ser más felices que el del al lado y, si no podemos, buscamos la felicidad viéndolo caer. Fotos por Frankie`s, ambas vía Shutterstock.
Pero, a un nivel todavía más profundo, ¿sabes por qué deseamos el mal al prójimo?
Porque hemos perdido el norte, al haber olvidado algunas de las leyes básicas que rigen el universo; y, entonces, vamos por la vida sin referencias morales, como pollos sin cabeza.
Hemos olvidado, por ejemplo, el principio de causa y efecto, hecho que nos impulsa a actuar sin tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos.
Y también hemos olvidado leyes como la de la unidad y, por ende, vivimos como individuos separados, ignorando que todos formamos parte de una misma familia. Por ello, no dudamos en maltratar, denigrar o incluso destruir al “otro”, porque no lo percibimos como parte de nosotros mismos.
Lo que pasa si deseas el bien
Pero, ¿qué pasa si hacemos lo contrario? ¿Qué pasa cuando deseamos el bien a los demás?
Personalmente, cuando mis amigos se alegran de que las cosas me vayan bien, me apoyan e intentan ayudarme desinteresadamente, me siento cómodo a su lado; y me apetece hacer lo mismo por ellos siempre que puedo.
Curiosamente, dichos amigos suelen ser personas alegres, optimistas y felices; y eso que algunos viven situaciones realmente complicadas. Además, siempre cuentan con alguien que les echa una mano si lo necesitan.
Cuando he tenido maestros que disfrutan enseñando, siempre se ha creado un clima cálido donde todo el mundo se siente cómodo, aceptado y lleno de motivación y ganas de aprender. Estos maestros son personas generosas y comprensivas que saben sacar lo mejor de cada estudiante y, por consiguiente, tanto el alumno como el profesor acaban convirtiéndose en mejores personas (y profesionales).
Cuando en la vida te rodeas de personas empáticas y tolerantes que esperan lo mejor de ti y te tratan como si fueras parte de su familia, te sientes protegido y cuidado. Y cuando ello ocurre, eres capaz de ser tú mismo, de rendir al máximo y de vivir la vida disfrutando de cada momento.
Si recuerdas la anécdota que te conté antes, en la que los cuatro amigos cayeron al intentar alcanzar el metro, probablemente estés de acuerdo conmigo en que, si –en lugar de competir entre ellos de forma absurda– hubieran cooperado como un grupo solidario, todos hubieran logrado entrar en el vagón. Bastaba dejar que el más rápido llegara primero para bloquear la puerta.
Cuando deseamos el bien al prójimo, nos convertimos en un verdadero equipo, y la vida se hace mucho más fácil, agradable y llevadera. Foto por wavebreakmedia, vía Shutterstock.
Esto es aplicable a escala global, y nos permitiría convertir la sociedad en lugar más acogedor y seguro con un simple cambio: empezar a desear el bien al prójimo.
Y es que, desear el bien de corazón implica conectar con las leyes universales de forma práctica, recordando que todos somos uno, que la humanidad en conjunto es un único equipo, y que toda acción implica una reacción proporcional que nos afecta a todos. Tanto a nosotros como a las personas que nos rodean.
El día que empecemos a desear el bien al prójimo empezaremos a cambiar el mundo para convertirlo en un lugar mejor; porque la felicidad ajena empezará a ser nuestra propia felicidad.
En ese momento, cada persona sacará la mejor versión de sí misma, porque nos ayudaremos unos a otros a cumplir nuestros sueños y objetivos. Y no permitiremos que nadie se quede atrás en el camino.
Por tanto, la próxima vez que desees el mal a alguien, no olvides que tus deseos se convierten en actitudes y acciones que transforman la vida de los demás y la sociedad en la que vives. Y eso, al final, te afecta a ti directamente. Lo quieras o no.
Piensa, en ese momento, en qué tipo de persona quieres convertirte, y qué tipo de sociedad estás contribuyendo a crear.
Tal vez entonces empieces a desear el bien al prójimo.
Es fácil, es gratis, y acaba sentando muy bien; a ti y a todos.
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Y tú, ¿qué opinas al respecto?
¿Te has topado con personas que te han deseado el mal?, ¿o eres tú quien suele desear el mal a otras personas? ¿Qué es lo que te lleva a hacerlo?
Déjanos tus opiniones y reflexiones. Como siempre, será un placer leerte.
P.D. Foto de portada por Rainer Fuhrmann, vía Shutterstock
Hola! Un placer leerte.
Nunca entenderé a las personas que desean mal a otros y como bien dices, abundan.
Por desgracia, me he topado con este tipo de personas y reaccionan tal y como dices, de forma negativa para que abandones tus sueños o bien te ignoran, es decir, ante algo positivo o digno de alegría hacen como que no se enteran.
En efecto, son personas envidiosas y con baja autoestima que se unen con personas similares para creer así, tener una fuerza de la que carecen.
Y por supuesto, desconocen la ley de causa y efecto, deseando el mal reciben más mal, y es un círculo vicioso. Y a la inversa, quien desea el bien y se alegra del éxito ajeno, recibe cosas buenas.
Un abrazo!
Hola Yolanda,
Efectivamente, es así mismo, tal y como comentas.
Ahora, ya sabes por qué actúan de esa forma; con lo que, mejor rodearse de personas que sean precisamente al revés. Personas que sí conozcan esas leyes universales. O, por lo menos, que las apliquen de forma adecuada, puesto que la única forma de hacer algo positivo por uno mismo pasa siempre por hacer algo positivo por los demás.
Gracias por pasarte por aquí y compartir tu experiencia.
¡Un abrazo!
Demasiado..tarde..el veneno..me consumió hasta el alma !! 🙏
Muy cierto, las personas abundan, gracias a Dios, no soy de ese tipo de gente.
Me alegra ver a los demás que luchen por sus sueño y metas, y si está en mis posibilidades suelo ayudar, pero trato de hacerlo para que tengan más ánimos de seguir su sueño.
Gracias
Me alegro, Mariana, de que seas este tipo de persona, pues son las que realmente hacen que el mundo sea un lugar más bonito, alegre y bonito de vivir. Un abrazo.
Buenas tardes Ubay,
Un artículo, Muy interesante,,
Son personas, que viven desde el EGO, profundo,viven en una oscuridad, sufren,a su manera,,,De no tener LUZ, propia,,,
Por igual, Les ha tocado en esta Vida, aprender, situaciones,,, Desde, este Ego Y nosotros por igual,
Me ha tocado,en mi profesion, Siempre supe,,Que eran pruebas,en mí camino,,,A medida que vamos avanzando en experiencias, Y en consciencia, Actuamos,acuerdo con nuestra conciencia,, Depende Del estado evolutivo que nos encontramos dicho momento,,,
Nada es para siempre,
Nada es blanco-negro,
Nada es Lo que parece,,,
Gracias, por tú trabajo, Y siempre nos aportas un poco más de LUZ,
Mis mejores deseos para ti y para tú vida misma,
Un cordial saludo 😊😃
Hola Toñi,
Me alegro que te haya gustado el artículo.
Por lo que veo, te has encontrado a algunas personas de este tipo a lo largo del camino.
Y sí, en realidad son pruebas en el camino que, bien gestionadas, nos hacen más fuertes como personas. Así que, démosles las gracias por hacernos mejores.
Un fuerte abrazo y gracias a ti por tu aportación.
Me encanta lo claro y directo de la verdad con que escribes…
Gracias por ser y estar…
Me alegro que te resuenen mis líneas.
Gracias a ti, Laura.
Urbay. Estudio la condición humana desde hace más de treinta años y lo hago desde el punto de vista de las leyes precisas e invariables de la naturaleza que usted aborda correctamente en varios de sus artículos. El hombre, al ser parte de la naturaleza, está regido también por esas leyes que manejan el funcionamiento de todos los sistemas de su organismo, como digestivo, metabólico, circulatorio, endocrino, reproductivo en las mujeres desde la fecundación hasta la expulsión en el parto (alumbramiento), los cuales trabajan con precisión matemática. De igual manera, esas leyes controlan la forma y ubicación de todos sus órganos internos y la forma exterior de su cuerpo, que deben ser iguales en todos los seres humanos.
Por ejemplo, en el caso de la alimentación, cuando una persona ingiere un alimento, en ese momento el programa genético empieza a funcionar con independencia de su voluntad o razón y el organismo inicia la digestión convirtiendo una parte del alimento ingerido en músculo, otra en sangre, otra en hueso, piel, uñas, pelo, etc., también regenera células y expulsa en las defecaciones lo que no utiliza.
Las leyes de la naturaleza que rigen la alimentación, la sexualidad y los sentimientos del hombre, son tan exactas y precisas como las de la física o química, sin embargo, solo se han descubierto algunas de las que manejan su alimentación, pero si se excede en el uso de su sexualidad o abusa se sus sentimientos negativos, ocasionará daños a su organismo.
Algo importante de resaltar es que el hombre también nace con la capacidad de exteriorizar sus perversiones o maldades, como ser abusivo, arbitrario, ventajoso, egoísta, corrupto, traicionero, chantajista, etc., aunque su intensidad y manera de exteriorizarlas sea diferente en cada persona, incluso, en muchas de ellas no alcanzan a emerger debido a la educación o al medio ambiente en el que se desarrollan y se quedan en su interior solamente como potenciales.
Estas capacidades las tienen todos los seres humanos porque están grabadas en el ADN de su código genético; no son malas, pero como sucede con todos los sentimientos negativos, la naturaleza lo ha dotado de ellos para ser utilizados en caso de emergencia cuando tiene que defender su sobrevivencia, pero son recursos de uso temporal, momentáneo y no deben ser usados en el diario vivir por su poder destructivo hacia el propio individuo y hacia la sociedad a la que pertenece.
Le envío un cordial saludo.
Buenos días Pedro,
Me alegro de tener a un estudioso de la naturaleza humana y las leyes universales entre mis lectores.
Estoy de acuerdo con tu detallado texto. Y también con el hecho de que aquello que tú llamas perversiones o maldades, no son más herramientas diseñadas para ser usadas de forma temporal en casos de emergencia para defender la supervivencia.
Lamentablemente, el modelo social que hemos construido es una verdadera jungla llena de agresiones y abusos donde prima la ley del más fuerte. Ello hace esa sensación de emergencia y esa necesidad de sobrevivir a toda costa sea continua. Además, la percepción individual de la personas va precisamente en esa dirección. El resultado, un uso continuado de esas herramientas perversas.
Por supuesto que debemos luchar para constuir un mundo mejor. Como individuos somos más poderosos de lo que pensamos. De todas formas, siempre nos queda filosofear y reflexionar para poder cambiar nuestra percepción del mundo y, por ende, cambiar a mejor nuestras actitudes y acciones.
Un abrazo y gracias por tus extensas reflexiones.
Gracias por el artículo, buenas reflexiones.
A veces, el desear el mal al prójimo se generaliza tanto en la sociedad que, como tantas otras cosas que deberían cambiarse, terminas por verlo normal.
Un saludo.
Exactamente Barto,
Hay tantas cosas anómalas y perjudiciales que se normalizan, que acabamos teniendo una sociedad donde aprendemos a vivir continuamente en guerra y bajo tensión.
Esperemos que, poco a poco, nos vayamos concienciando de ellas para poder cambiarlas, como el hecho de desearle el mal al prójimo.
Un fuerte abrazo
Hola,
Me ha gustado tu reflexión mucho pero tengo una duda que no se si podrias ayudarme a resolver.
Hace un tiempo el que se suponía que era mi mejor amigo me dijo que ya no quería ser más mi amigo y que no quería verme más, a lo que yo le respondi que me parecía bien y que fuera feliz con su vida a lo que el respondió que el no me deseaba nada bueno porque era una mala persona a lo que a continuación prosiguió con una serie de insultos hacia mi ( que si era un egoísta, que si solo estaba con el por interés y que no quería verme nunca más)
Mi duda es la siguiente, le debería perdonar?
Gracias
Hola Edy, gracias por tu mensaje y me alegro mucho que te haya servido la reflexión.
En cuanto a tu pregunta, yo lo veo bastante claro. No es que tú tengas que perdonar, sino que es él tiene que perdonarte a ti. Es él quien, aparentemente- te guarda rencor. No le sigas el juego, y sigue apreciándole por lo que es, o lo que fue para ti.
Como dijo un sabio: Si alguien te regala algo y no lo aceptas, ¿A quién sigue perteneciendo ese regalo? Él te regala reproches y malos deseos.
Como dijo otro sabio: La ira y el resentimiento es un castigo que nos autoimponemos por algo que no hemos superado.
Así pues, no aceptes su regalo, que se lo quede con él hasta que logre gestionar sus temas no superados. Y, seguidamente, no seas tan ingenuo como para ahora, tú también, regalarte ira y resentimiento por lo que ese amigo te haya dicho. Sigue alegre, feliz y deseándole lo mejor. Creo que es el mejor consejo que puedo darte. De otro modo, estableceréis un círculo vicioso en el que ambos acabaréis amargados y heridos.
Te mando un fuerte abrazo, Edy
Espero haberte podido dar algunas buenas ideas.
Tal cual, en mi vida he podido identificar quien desea el mal y el bien, incluso hay padres que llegan a desear el mal a sus hijos y generar un ambiente tóxico, puede existir discusiones en una pareja por discernir en algo pero nunca desearce el mal, también es algo que hay que saber diferenciar sino viviríamos solos siempre. Cuando te rodeas de gente buena se nota el cambio en tu vida. Les deseo lo mejor y Dios los bendiga mucho y cumpla sus sueños.
Buenas noches; existen dos factores que generan ese mal, pero el principal es la pereza, y hablo por mí, si no tuviera pereza no caería en ese mal, y seguramente caigo en la pereza por mi pereza, y por no querer orar, por irme por lo facil; bueno pues oremos por la gente y por mi para que cambiemos nuestra actitud y se vayan esos sentimientos y tengamos un mundo mejor pero sobre todo un mundo con enemigos detectados y sobre todo derrotados.