¿Manaos, dónde cae eso?
Tal vez te hayas planteado alguna vez ir a Brasil.
Si es el caso, es posible que también te apetezca visitar la vasta e inhóspita región del Amazonas, un verdadero pulmón para la Tierra ubicado, entre otros países, en el norte de Brasil.
Pues Manaos es el punto de referencia que estás buscando, al ser una gran ciudad situada en el corazón de la selva amazónica desde donde puedes preparar cualquier expedición que desees.
En este artículo, te contaré qué ver y hacer en esta espectacular y atípica urbe.
¿Te apuntas?
Llegando a Manaos
Se puede llegar a Manaos por tierra, por aire y por el río Amazonas.
En mi caso, opté por la primera vía utilizando la única carretera principal que llega a la ciudad.
Acababa de visitar el monte Roraima, en Venezuela, así que tomé un autobús desde Santa Elena de Uairén (Venezuela) hasta Boavista (Brasil) (3 horas); y, en Boavista, tomé otro autobús hasta Manaos (12 horas más de ruta).
Llegando a Manos desde Venezuela a través la única carreta existente. Foto vía Google Maps
Manaos resultó ser una caja de sorpresas. Lo primero que llamó la atención fue que, en medio de la selva, pudiera haber una ciudad de casi dos millones de personas. Pero aquello era sólo una de tantas cosas que me llamaron la atención de aquella gran urbe, como por ejemplo:
- Las infinitas paraditas o tiendas dedicadas a vender fruta y zumos naturales de cualquier tipo, variedad o mezcla. Estaban por todas partes.
- La presencia de restaurantes callejeros clandestinos donde comer barato un típico prato feito, consistente en arroz, alubias negras, espaghettis, farofa (una especie de harina) y carne. El garito que más me sorprendió consistía, simplemente, en un coche con el maletero abierto, donde guardaban las ollas y recipientes con comida. En el exterior había un par de mesas y sillas de plástico protegidas por una sombrilla, así como un montón de conductores parados pidiendo su ración a toda prisa.
- El calor que hacía. Creo que nunca había pasado tanto calor como en Manaos, cuyos picos máximos se dan entre agosto y noviembre, justo la época en que estuve allí (época seca). Además, la fuerte humedad del ambiente, prácticamente del 100% todo el año, incrementen la sensación de bochorno.
Un restaurante-coche de Manaos, la forma más rápida, práctica y económica de tomarse un buen prato-feito en medio de la calle.
Obviamente, el primer paso era encontrar un alojamiento, así que peiné la zona del puerto fluvial que, en teoría, es la zona central. Además, está cerca de los botes de largo recorrido y tiene una buena oferta de albergues.
Finalmente, di con un humilde hostal, básico, pero con desayuno y wifi incluido, así como una pequeña piscina interior: Gol Backpackers. Allí estaría los próximos 4 días.
La pequeña piscina de Gol Backpackers, una bendición para soprotar los casi 40º a la sombra que hacía en Manaos.
Qué ver y hacer en la ciudad de Manaos
1. Explorar el centro a pie
Vale la pena pasar una mañana o una tarde explorando el centro de Manaos que, como ya comenté, es la parte de la ciudad que queda cerca del puerto.
Allí pueden visitarse: la catedral, el teatro Amazonas o el Palacete Provincial, donde hay varios museos de arte y pintura en su interior.
2. Disfrutar de su animada vida nocturna
Por la noche, resulta agradable salir a dar una vuelta y, por qué no, disfrutar de la fiesta brasileña.
Una de las opciones es acercarse a la Praça São Sebastião y presenciar los espectáculos musicales que allí suelen organizar.
También es interesante ir a tomar algo en el Bar do Armando, justo al lado de dicha plaza, toda una institución en Manaos. Allí, cantautores de renombre suelen dar pequeños conciertos al aire libre. Hay mesas y sillas en la terraza, pero hay que llegar pronto para poder encontrar un sitio libre.
Existen muchas otras opciones de ocio nocturno, desde discotecas hasta todo tipo de bares. En mi caso, decidí pasear por la zona del centro hasta que encontré una calle repleta de mesas donde ponían música metal al aire libre. Así pues, elige lo que te apetezca o explora en búsqueda de alguna sorpresa.
3. El Bosque da Ciência
Uno de los lugares más emblemáticos de Manaos es el Bosque da Ciência, un archiconocido parque situado a las afueras de la ciudad.
Dotado de una extensión de varios kilómetros cuadrados, el Bosque da Ciência alberga gran cantidad de flora y fauna típica del Amazonas. Allí pueden verse:
- Gran cantidad de animales, muchos de los cuales moran en libertad dentro de los límites del parque. Se pueden observar osos perezosos, tortugas, nutrias, cocodrilos, bueyes de mar o anguilas (capaces de matar a un caimán de una descarga eléctrica), por nombrar algunos.
- Gran variedad de árboles y plantas endémicas.
- Un museo en el que ver materiales usados para la caza y supervivencia en la jungla; desde canoas hasta cabañas tradicionales, pasando por cerbatanas, lanzas y otro tipo de armas.
Probando mi eficacia con una cerbatana tradicional de la región de Manaos, en el Bosque da Ciência.
En el Bosque da Ciência también hay exposiciones científicas, donde muestran documentales sobre flora y fauna y pueden aprenderse datos interesantes sobre el Amazonas; como, por ejemplo, que dicha región:
- Tiene una superficie de más de 7,5 millones de kilómetros cuadrados, e incluye los países de Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Bolivia, Surinam, Guyana y Guayana francesa.
- Representa el 7% de la superficie del planeta, pero alberga el 50% de su biodiversidad.
- Su suelo es ácido y poco fértil, pero sus árboles actúan como filtro, eliminando gran cantidad de CO2 de la atmósfera.
- Durante la época de lluvias, el nivel de agua del Amazonas puede subir hasta 15 metros, dejando inundadas algunas regiones de la selva cercanas al río. De hecho, cuando estuve en Manaos era estación seca, y podía verse el bajísimo nivel que tenía el río.
La bajada del nivel del Amazonas durante la época seca en Manaos es espectacular.
Qué ver y hacer en las afueras de Manaos
Si estás en Manaos, probablemente te interesa la selva y tengas ganas de adentrarte en ella para descubrir sus secretos.
Manaos está lleno de agencias que organizan excursiones en la jungla desde 1 o 2 días hasta una semana o más. Solo tienes que saber de cuántos días dispones y hasta qué profundidad quieres llegar.
En mi caso, tras comparar varias agencias, elegí una llamada Iguana, y contraté un pack de 2 días, pues era el tiempo que me quedaba.
1. Ir al cruzamento das águas (cruce de las aguas) de Manaos
Para salir de Manaos en dirección a la selva hay que cruzar el río Amazonas. Para hacerlo, nuestro fuera-borda tardó nada más y nada menos que ¡20 minutos a toda velocidad! Lo cual da una idea de la inmensidad del caudal del río.
Durante el trayecto, pudimos observar un curioso fenómeno: el cruzamento das águas, es decir, el cruce de los 2 ríos que se juntan en Manaos: el río Solimões y el río Negro. Cuando ello ocurre, las aguas de ambos ríos discurren de forma paralela sin mezclarse durante varios kilómetros y, a partir de ahí, se forma un único río, el Amazonas, que va a desembocar en Belén, en la costa atlántica.
Lo sorprendente es que se pueden diferenciar perfectamente las aguas de ambos ríos. El río Solimões tiene un agua de color marrón, su temperatura es más fría y circula a unos 9 kilómetros por hora. Por su parte, el rio Negro tiene un agua negruzca, su temperatura es más caliente y circula a unos 2 kilómetros por hora; también es más ácida, con lo cual hay menos mosquitos y menos biodiversidad. Al colocar la mano en el agua noté perfectamente la diferencia de temperaturas de ambos ríos.
El cruzamento das águas es el punto donde confluyen las aguas marrones del río Solimões y las aguas negruzcas del río Negro sin mezclarse.
2. Dormir en una cabaña en medio de la selva con una familia local
Tras cruzar el Amazonas, tomamos un minibus hasta llegar a la orilla del río Juma. Allí tomamos un fuera-borda y ascendimos por el río unos cuarenta minutos, el tiempo que tardamos en llegar a nuestro campamento.
En él había 5 o 6 cabañas pequeñas y 2 más de gran tamaño. 8 de los 9 turistas del grupo fueron ubicados por parejas en las pequeñas chozas. A mi me tocó dormir en una de la cabañas grandes, que era la casa de nuestro guía, que vivía con su mujer, sus tres hijos y un par de familiares más. La otra cabaña grande era el lugar donde comíamos en grupo.
Desde aquel humilde asentamiento en plena selva, realizamos el resto de actividades.
3. Pescar pirañas en el lago Juma
El lago Juma no es más que un ensanchamiento del propio río, pero es tan grande que parece un verdadero pantano.
Fue allí donde, equipados de una rudimentaria caña de palo y un anzuelo métálico cubierto con grasa de pollo (nuestro cebo), nos dedicamos a pescar pirañas.
Pescando pirañas en el lago Juma del Amazonas.
Tardé en descubrir el truco para capturarlas: tirar de la caña regularmente antes de sentir la típica sacudida, pues es ese momento, si sacaba el anzuelo, éste ya no tenía cebo.
Aquella noche comimos piraña frita, aunque la mayoría de ejemplares los devolvimos al agua por ser demasiado pequeños. Hacerlo no siempre era fácil, ya que había que sostener bien el animal para evitar que nos mordiera; porque, al acercar la mano, el reflejo de la piraña era abrir y cerrar fuertemente la mandíbula a toda velocidad.
Las pirañas más pequeñas las devolvíamos al agua; pero, cuando intentábamos quitarles en anzuelo, abrían y cerraban la boca rápidamente con fuerza para mordernos.
4. Cazar caimanes
Tras la cena, fuimos a cazar caimanes, que eran fácilmente localizables gracias a las linternas, cuyas luces reflejaban sus ojos en las orillas del río.
Una vez localizado el animal, sólo hacía falta acercarse con la barca y cogerlos por el cuello con la ayuda de un palo, algo que hacían nuestros hábiles guías, pues yo probablemente hubiera perdido una parte del cuerpo en el intento (por mucho que los ejemplares no midieran más de metro o metro y medio).
De todas formas, el objetivo de la caza no era más que analizar al animal, aprender algunas curiosidades sobre él y devolverlo al agua, su hábitat natural.
Un pequeño caimán mirándome con cara de pocos amigos. Normal, pues lo sacamos de su ambiente sin permiso, aunque rápidamente lo devolvimos al río.
5. Ver el amanecer en la selva entre delfines rosados
Uno de mis momentos favoritos de pasar la noche en medio de la selva fue la salida de sol, a las 5 y media de la mañana.
Todavía recuerdo el paisaje lúgubre y tenebroso que creaba el vapor de agua saliendo del río que, poco a poco, se diluía mientras delfines grises y rosados nos deleitaban con sus piruetas y, de fondo, escuchábamos el misterioso murmullo de la selva.
Los espectaculares amaneceres en el río Amazonas.
6. Conocer los misterios de la selva amazónica alrededor de Manaos
Dedicamos un día entero a recorrer la selva para descubrir sus secretos gracias a la maestría de nuestro guía Willy, que albergaba vastos conocimientos sobre la flora y la fauna local.
En aquel momento, estábamos en pleno período seco, algo obvio al observar las marcas de humedad que los altos niveles de agua de las pasadas lluvias habían dejado en las cortezas. Además, Willy se encargó de recordarnos que la selva es tan pobre en alimentos que si nos perdiéramos en ella, probablemente moriríamos de hambre y sed, a menos que conociéramos algunas técnicas de supervivencia.
Por si no fuera poco, el crecimiento vertical de los árboles de la selva, dificulta mucho la orientación, algo que no ocurre en otros ecosistemas, en los que hay plantas que crecen siguiendo ciertos puntos cardinales.
Durante aquella expedición, Willy nos mostró algunas técnicas para sobrevivir en la selva como:
- Enseñarnos un árbol que producía una especie de castañas de gran tamaño, en cuyo interior había más de diez pequeñas castañas comestibles. Algunas de ellas estaban infestadas de grandes larvas blancas que, al probarlas, nos supieron deliciosamente a coco.
- Descubrir otro árbol medicinal cuya resina (de olor parecido al eucalipto) era capaz de curar heridas de forma tópica, mejorar las migrañas por vía inhalatoria o aliviar el dolor menstrual ingiriéndolo. También servía como combustible de antorchas naturales.
- Aprender a localizar un arbusto que, al cortarlo, liberaba un líquido que podía beberse directamente y cuyo sabor recordaba nuevamente al coco.
Izquierda: la marca del agua de la época de lluvias es visible en los troncos de los árboles amazónicos. Derecha: Willy enseñándonos cómo encontrar agua en época seca.
A lo largo de la ruta, también tuvimos la ocasión de toparnos con varios animales, como:
- Un nido de hormigas flamencas, que inflingen la picada más dolorosa dentro del reino de los insectos, y que es usada por diversas tribus para sus rituales de paso a la vida adulta.
- Diferentes tipos de aves, como garzas blancas, martín pescadores, papagayos multicolores o tucanes. Incluso vimos murciélagos durmiendo en la corteza de unos árboles.
- Lo que no vimos fue grandes mamíferos, primero porque en época seca es más difícil verlos y, en segundo lugar, porque la presencia de turistas suele ahuyentar a las bestias. Los humanos somos demasiados ruidosos, motivo por el cual los cazadores locales suelen salir solos o en grupos de dos como máximo.
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Y aquí termina el relato de mi periplo por Manaos.
Espero que te sirva de ayuda si algún día decides visitar este curioso enclave.
Finalmente, comentarte que, desde Manaos, proseguí mi viaje cruzando el Amazonas en barco hasta Colombia, pero eso es ya otra historia de la que te hablaré en otro artículo.
Y ahora, ha llegado tu turno para que puedas dejarnos tu opinión.
¿Qué te ha parecido la ciudad de Manaos? ¿Te apetecería ir? Si ya conocías la ciudad, ¿qué otras cosas propones ver y hacer en Manaos?
Espero tus comentarios justo aquí abajo, será un placer leerte.
Hola Ubay,,,
Una guía de primera,,Gracias por esta información , Para viajar a este país, con todo detalle,,,,
Precios, peligros, Lugares interesantes,,,
Espero que te encuentres muy bien,
Un fuerte abrazo,,
Hola Toñi,
Me alegro que te haya gustado el artículo. Manaos es un lugar realmente particular que puede dar mucho de sí.
Y sí, por aquí todo bien, de momento. Gracias por preguntar.
Un fuerte abrazo de vuelta para ti 😉