Hoy quisiera compartir contigo cómo fue pasar el COVID en su variante delta en el extranjero, mientras trabajaba como fisioterapeuta en la isla de Martinica.
Diría que fue el peor verano de mi vida; tanto por el hecho de pasar el COVID, como por todas las circunstancias que viví en aquel momento, que te contaré a continuación.
Espero que este relato te haga reflexionar y te permita sacar algunas conclusiones interesantes.
Los últimos días de mi estancia en Martinica
Llevaba unos dos meses y medio en Martinica, y no tenéis ni idea de las ganas que tenía de marcharme de la isla.
Era un viernes, y acababa de terminar mi contrato de 10 semanas como fisioterapeuta a tiempo completo.
Era mi quinto verano yendo a trabajar en Martinica y, habitualmente, suelo disfrutar la experiencia, incluso he llegado a prolongarla en alguna ocasión. Pero éste no fue el caso aquel año.
Desde finales de julio, ya no dejaban entrar en los cines si no estabas vacunado, como yo. Así pues, o te habían dado el “pinchacito”, o había que presentar un test PCR o antigénico negativo cada vez que querías ir. Por ende, el cine se había terminado para mí.
A inicios de agosto, los casos de coronovarius, especialmente de la variante delta, empezaron a subir como la espuma, con lo que las autoridades confinaron a la población: los restaurantes cerraron (sólo servían para llevar) y únicamente se podía salir a un máximo de 10 kilómetros de tu casa. No había restricciones para ir a la playa, pero sólo a hacer deporte, nadar o practicar surf.
Finalmente, una semana más tarde, viendo que los casos seguían subiendo y que la gente no respetaba aquellas medidas de confinamiento moderado, se pasó a un estado de confinamiento estricto: restaurantes y centros de ocio totalmente cerrados, prohibición de moverse a más de 1 kilómetro de casa e imposibilidad de ir a la playa.
En definitiva, la vida en Martinica se convirtió en ir a trabajar y, acto seguido, encerrarse en casa.
La vida en Martinica se convirtió en esto durante aquel verano. Foto vía Unsplash
Por suerte, encontré un rincón donde hacer deporte cerca de mi casa, pero el resto de mis vías de escape, como ir al cine, quedar con amigos o ir a surfear, se habían esfumado. Encima, vivía a 50 metros de la playa, lo cual era frustrante al no poder disfrutar de aquel bonito enclave.
En alguna ocasión me vi tentado a saltarme las normas, pero el control policial era férreo, y utilizaban helicópteros para sobrevolar las playas e incluso aterrizar en la propia arena para multar a los infractores. Por tanto, desistí
Puede entenderse, pues, que empezara a tener unas ganas enormes de irme de la isla.
Para más inri, aquel año el trabajo había sido especialmente duro: secretarias de vacaciones, muchas horas extras de trabajo administrativo e infinidad de pacientes enfermos (o muertos) de coronavirus –ellos mismos o sus familiares o amigos, que iban cayendo poco a poco–.
Para levantar el ánimo y matar el tiempo, decidí que mis últimos fines de semana me dedicaría a preparar unas vacaciones en Croacia, justo después de volver a España. Pasé, pues, horas en casa encerrado mirando vuelos, alojamientos y cosas por ver y hacer en la costa de Dalmacia.
Todo ello encendía aún más el impulso de hacer las maletas y regresar de vuelta a Europa.
El COVID empieza a hacerse notar y autotest antigénico positivo
Fue precisamente mi último viernes, después de mi último día de trabajo, cuando empecé a notarme muy pero que muy cansado. Además, el día anterior había dormido fatal.
Aun y así, fui a mi pequeño rincón, justo al lado de la playa, y me obligué a realizar mi habitual sesión de entrenamiento: burpees, flexiones, saltos, abdominales, dominadas y demás.
A pesar de la fatiga estaba contento, pues en 4 días (el martes) volaba hacia España, y dos días después tomaba otro vuelo hacia Croacia para pasar unas merecidas vacaciones.
Al día siguiente, sábado, fui al centro de fisioterapia para hacer una consulta online de astrología, ya que en casa la conexión a internet era pésima. También repasé todas las sesiones de fisioterapia hechas durante mis 10 semanas de trabajo para que el fisioterapeuta al que sustituí pudiera pagarme mis honorarios.
Al terminar la sesión de astrología me sentía exhausto, y sentía un malestar general que me hizo sospechar que algo iba mal. Además, por la tarde había quedado con unos colegas fisioterapeutas para disfrutar de una tarde de barbacoa y piscina, saltándonos un poco el confinamiento.
Por consiguiente, decidí ser precavido e ir a pie hasta una farmacia para comprar un kit de autotests antigénicos. Acto seguido, volví a la consulta de fisioterapia para testarme.
Resultado: Positivo.
Confirmado: estaba contagiado por COVID
Cambio de vuelos y aislamiento en casa
Al saber que era positivo, llamé a mis amigos para decirles que no iría a la barbacoa, pues de otro modo podría haberlos contaminado a todos; y ellos, a su vez, a sus pacientes y amigos.
Acto seguido, intenté encontrar por Internet un doctor o un laboratorio donde poder hacerme más tests de forma inmediata y oficial. Nada, todo estaba cerrado, y el único doctor con el que logré contactar me dijo que el próximo paso era hacer un test PCR, pero debería ser el lunes.
Así pues era seguro que el martes no podría volar, y que debería cambiar mis vuelos cuanto antes; pero, ¿para cuándo?
Empecé a investigar y llegué a la conclusión que, tras un positivo oficial (a confirmar aquel mismo lunes) debía esperar un mínimo de 11 días más antes de poder darme por recuperado y poder viajar. Si todo iba bien, claro.
Así lo hice al día siguiente: asumí que el lunes daría positivo en los tests de laboratorio, sumé 11 días más y cambié los billetes de avión para regresar a España justo para esa fecha. Y, por supuesto, anulé mis vacaciones a Croacia.
Cómo fue pasar el COVID en su variante delta: signos, síntomas y experiencia
Ese mismo sábado empecé a sentirme peor. Tenía malestar general y un fuerte dolor retroocular que se exacerbaba cuando movía los ojos.
Por la tarde me dio por merendar a base de una mermelada de limón, cuyo fuerte sabor te obligaba a salivar abundantemente y a hacer algunas muecas de adaptación. Al poco, me vi comiendo aquella mermelada a cucharadas y sin apenas inmutarme. No tenía ningún tipo de sabor.
De repente, me di cuenta de lo que ocurría. Había perdido el sentido del gusto. Rápidamente fui a buscar un perfume y me lo eché en la muñeca. Tampoco podía oler nada. Aquellos dos síntomas eran definitivos de COVID. Ya no había duda.
Efectivamente, el lunes, medio mareado, con malestar y dolor en los ojos tomé el coche y fui a hacerme dos tests, un antigénico y un PCR. Ambos dieron positivo. Desde ese instante, me confiné en casa dispuesto a pasar el COVID. Posteriormente, el laboratorio me confirmó que estaba infectado con la temible variante delta, predominante en la isla en aquel momento
Los siguientes cuatro días experimenté un sinfín de síntomas, además de los ya comentados: ligera tos seca (luego productiva), escalofríos, dolor pulmonar al respirar y dolor de cabeza.
Al quinto día seguía bastante fastidiado, así que decidí que debía tomar alguna medicación (nunca suelo tomar nada) y llamar a un teléfono que la seguridad social francesa me había facilitado por si tenía síntomas respiratorios.
Tomé el coche medio grogui saltándome el confinamiento y fui a la farmacia, donde compré un termómetro y algo de ibuprofeno. Al llegar a casa, llamé al teléfono de la seguridad social, desde donde me dijeron que, los próximos días, mandarían un enfermero a casa todas las mañanas para monitorizarme.
El termómetro que acababa de comprar me confirmó que también tenía fiebre, casi 39 grados. Por suerte, el ibuprofeno se mostró muy eficaz a la hora de bajarme la temperatura. Y también me ayudó a respirar mejor, algo que agradecí, porque a nivel respiratorio los dolores torácicos al final de la inspiración habían aumentado.
El termómetro me reveló que estaba a casi 39º al pasar el COVID. Foto de Invierno creado por stockking – www.freepik.es
Me costaba inspirar profundo, lo cual, además de dolor torácico, activaba de forma refleja una tos que, con el paso de los días, empezó a acompañarse de esputos de moco.
El enfermero empezó a venir a mi casa, y constató que mi presión arterial estaba bien (tirando a baja), lo mismo que mi frecuencia cardíaca y mi saturación de oxígeno, que nunca bajó del 96%.
Sin embargo, a partir del cuarto o quinto día, me despertaba con ruidos pulmonares crepitantes. Por ende, intentaba comenzar la jornada haciendo algunos ejercicios respiratorios (de algo me sirvió ser fisioterapeuta) que me ayudaban a drenar los pulmones mediante esputos, que habían pasado de ser blancos a verdes y, finalmente, sanguinolentos.
Dichos escupitajos sanguinolentos no sólo se manifestaban por la mañana, sino también durante el resto el día; y, al comprobar que tras seis o siete días la cosa continuaba igual, empecé a preocuparme.
Escupir sangre no era algo excesivamente tranquilizador, y nunca lo había experimentado antes.
Así pues, llamé a urgencias.
Visita al hospital por síntomas alarmantes del COVID
La ambulancia llegó a mi casa a las seis de la tarde.
Pasar el COVID no estaba siendo fácil, y menos iba a serlo en las próximas horas.
La ambulancia me llevó a la capital, a Fort-de-France, donde pasé 17 horas interminables en el hospital universitario.
Al llegar, me tuvieron 3 horas en una carpa exterior, y luego me llevaron a un pasillo donde pasé 14 horas más con otros pacientes COVID.
Me sentí bastante abandonado y desamparado. Por si no fuera poco, mi móvil murió al rato de llegar, lo cual aumentó mi sensación de aislamiento, soledad e incomunicación.
Cada tres horas, más o menos, me venía a hablar una enfermera, un celador o un doctor. Y, entre visita y visita, una toma de sangre, un electrocardiograma y un scanner pulmonar.
Pasé toda la noche en un pasillo, sin comer nada. Para beber tuve que ir al baño a tomar agua del grifo.
Al final, a las cinco de la mañana apareció una doctora para decirme que todo estaba bien, que no había trombosis pulmonar y que mis pulmones mostraban solamente una afectación moderada por neumonía.
Así estaban mis pulmones el día que fui al hospital
La doctora me recetó heparina durante unos días, me dio los informes de todo lo que me habían hecho y me dijo que ya podía irme a casa.
–Pero, ¿cómo me voy a ir a casa, doctora?, me ha traído la ambulancia.
–Pues llama a algún amigo, familiar o conocido –me respondió.
La doctora insistía en que fuera alguien de mi entorno quien me recogiera. Yo me negué, pues aquello no tenía lógica alguna. Nadie de mi familia vivía en Martinica, y mis amigos y conocidos –a los que no quería molestar– eran casi todos fisioterapeutas, y yo era positivo por coronovarius. No quería ponerles en riesgo, ni a ellos ni a sus pacientes o su entorno.
Aquello supuso una pequeña trifulca verbal, varias conversaciones y cuatro horas más de espera hasta que encontraron un trasporte que me llevara de vuelta a casa.
Llegué agotado y somnoliento por no haber dormido en toda la noche. Pero tranquilo por saber que todo iba más o menos bien.
Incertidumbre para volver a España
Faltaban tres o cuatro días para volar a España, justamente a los 11 días de mis tests positivos oficiales.
No obstante, nadie me había podido confirmar que fuera cierto que pudiese volar con un test positivo a los 11 días, que era lo que afirmaban varios portales de Internet. Al parecer, pasado ese tiempo, el mismo test positivo se transforma en una prueba de restablecimiento de la enfermedad que te permite viajar hasta 180 días después. O eso entendí.
Aquella incertidumbre y falta de confirmación oficial me corroía por dentro; ya que, lo único que quería era una cosa: irme de allí.
Estaba aislado, solo y aburrido. Los días se hacían eternos encerrado en mi pequeña habitación oscura con aire condicionado, con un Internet pésimo y siendo machacado continuamente por los ladridos de los dos perros del vecino, que campaban a sus anchas sin dar tregua en todo el día.
Me sentía también indefenso y desamparado, pues no podía hacer nada por mi cuenta, y tenía que pedir favores –cosa que odio– para cualquier cosa que tuviese que hacer.
Le pedí a Héctor, casero y colega de profesión, que me comprara heparina en la farmacia. El mismo Héctor y su mujer me hicieron también el favor de devolver mi coche de alquiler el fin de semana y, finalmente, otros amigos se comprometieron a llevarme al aeropuerto el día de mi partida, que caía en viernes.
La soledad y el lento pasar de los días se vieron paliados por el constante apoyo de familiares y amigos, algunos de los cuales me sorprendieron por sus atenciones y preocupación.
Mi padre estuvo siempre pendiente; mi tío Gabri, médico de profesión, me hacía frecuentes videoconferencias para conocer la evolución de mis síntomas y darme consejos; mi tío Luís me llamaba cada día sólo para entretenerme, decía él. Y todos los días tenía llamadas sorpresa o audios de Whatsapp de amigos para darme ánimos y saber cómo estaba. Se lo agradezco infinitamente.
Por suerte, las personas de mi entorno me apoyaron mucho, aunque fuera virtualmente. Foto por Ben Collins vía Unsplash
Psicológicamente fue duro estar enfermo lejos de casa, en una zona remota y sin forma de moverme libremente por mi propio pie; más duro que a nivel físico.
Por otro lado, mis síntomas fueron remitiendo en los últimos días, pero mi cuerpo se empezó a ver escuálido. Había perdido 6 kilos de peso porque estaba comiendo mucho menos.
El hecho de no tener olfato ni gusto hacía que sintiera indiferencia, incluso asco, por la comida.
El queso me sabía a serrín, el arroz parecía arena, y muchos alimentos, como la carne picada o la ensalada me daban arcadas con sólo pensar en ellos.
Comer se había convertido en una lenta y agónica obligación que debía llevar a cabo para sobrevivir.
Vuelta a España tras pasar el COVID
Al final, llegó el onceavo día tras el positivo oficial y, por ende, se suponía que ya podía viajar a España, tal y como había entendido en los textos que había encontrado por Internet.
A nivel del COVID me encontraba ya mucho mejor, y las dosis de heparina parecían haber hecho efecto, pues ya no había restos de sangre en los esputos que seguían tras mis cada vez más tímidos ataques de tos.
No tenía fiebre, ni malestar. Tampoco sufría de dolores de cabeza o retrooculares, y empezaba a recuperar paulatinamente el gusto y el olfato.
El día anterior al vuelo, el enfermero pasó por mi casa y me hizo un test de antígenos, que dio negativo, lo cual reafirmaba el hecho de que ya no era contagioso.
Aun y así, la incertidumbre sobre si me dejarían volar seguía presente, y me estremecía la posibilidad de tener que prolongar mi estancia en la isla.
Al llegar al aeropuerto, me despedí de los dos amigos que me llevaron hasta allí y me dirigí temeroso a hacer el check-in.
Al final, mi sorpresa fue mayúscula, pues todo fue rápido, fluido y sin un solo control sanitario. De ningún tipo.
De Martinica a París nadie me pidió ningún test, QR o certificado de recuperación. Y para volar de París a Barcelona, sólo tuve que rellenar una encuesta para que me dieran el pase de entrada a España.
Quedé alucinado por la laxitud de los controles sanitarios, pero inmensamente feliz de poder volver a casa sin ningún tipo de restricción o contratiempo.
No tuve ningún problema, ni ningún control sanitario para llegar a España tras pasar el COVID
Mi estado actual después de pasar el COVID
Actualmente, mientras escribo estas líneas, casi un mes después de dar positivo y pasar el COVID, me encuentro bien. Es más, me siento realmente bien.
Siento mi cabeza en una nube de bienestar, como si estuviera medio drogado, o como si acabara de hacer una sesión de deporte. Será que tengo algún marcador sanguíneo u hormona alterada. También he empezado a entrenar, tanto la fuerza como la resistencia.
Todo parece ir bien. Estoy más o menos fuerte, aunque la primera vez que fui a correr me cansé más de lo habitual. Aun y así, creo que no me quedarán secuelas, las temidas secuelas del COVID persistente.
Tengo pendiente hacerme una radiografía de tórax, así como varios análisis (sangre, orina…) para ver cómo estoy por dentro, pero mis sensaciones son buenas.
Y ya recuperé el gusto y el olfato.
Doy gracias por ello.
Algunas reflexiones sobre el COVID
He podido comprobar en primera persona cómo las gasta el COVID en su variante delta, y he visto lo peligroso que puede llegar a ser.
Yo no estaba vacunado, pues creo que la vacuna aún tiene que ser investigada y estudiada más a fondo para valorar su seguridad, especialmente a largo plazo. Pero el COVID, o la COVID –como dicen ahora, pues hace meses que le cambiaron el sexo, señal inequívoca de su mutabilidad– te puede destrozar con relativa facilidad.
Es por ello que pienso que las personas inmunodeprimidas, frágiles o con patologías previas, sí deberían plantearse la posibilidad de vacunarse a pesar de los posibles efectos secundarios.
Por otra parte, la gente joven, sana y fuerte, entre los cuales considero que me encuentro, no deberían tener problemas para superar el COVID de forma natural. Y sí, sé que muchos sacarán un sinfín de ejemplos de personas de estas mismas características que no pudieron superar el COVID (como también pasa con la gripe). Es más; yo mismo lo pasé mal, peor que cualquier gripe que haya pasado a lo largo de mi vida.
De todas formas, creo que fui un poco negligente, pues durante los primeros 5 días, ni me tomé la temperatura en ningún momento, ni tomé ningún medicamento; y pienso que es clave hacer un tratamiento precoz al inicio de los síntomas para mejorar el pronóstico. Tristemente, se está centrando todo en la vacuna; pero, con los medicamentos, complementos o sustancias correctas desde un inicio, estoy seguro de que me hubiese ido mucho mejor, a mí y a todos los enfermos de COVID.
Espero y deseo que, como suele pasar con muchos otros virus, la virulencia del COVID vaya disminuyendo paulatinamente con el tiempo y se acabe asemejando a una mera variante de gripe que, no lo olvidemos, también mata a miles de personas y colapsa los sistemas sanitarios de innumerables países, año tras año. Curiosamente, la gripe prácticamente ha desaparecido con la emergencia del COVID.
En cualquier caso, creo que ahora ya puedes entender por qué aquel verano fue probablemente el peor de mi vida. Y por qué pasar el COVID fue el colofón final de una etapa para el olvido
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Y hasta aquí, mi historia de cómo fue pasar el COVID en su variante delta en el extranjero.
Cuéntame en los comentarios qué te ha parecido mi relato.
Y dime, ¿has pasado el COVID? ¿Qué vivencias has tenido tú o tu círculo en relación a este virus? ¿Qué opinas de la vacunación?
Será un placer leerte.
P.D. Foto de portada vía Freepik. Foto de Fondo creado por rawpixel.com – www.freepik.es
Me alegro de que todo haya ido bien, a pesar de los malos momentos Ubay.
Yo no he pasado el covid, al menos que yo sepa. Pero mi marido sí, al principio, en Marzo de 2020. La experiencia, además de ser muy traumática para él (estuvo dos semanas ingresado en Ifema) le ha dejado secuelas, de las cuales aun hoy está recuperándose. Ha perdido 30 kilos. Al volver de Ifema sufrió un brote psicótico y lleva con medicación psiquiátrica desde entonces. Tras muchos meses de sufrimiento, ha sido a lo largo de este verano cuando, por fín, se ha empezado a ver una mejoría en él. Creo que, por fín, puedo decir que la situación va mejorando y que podemos ver una luz al final del túnel. Pero han sido muchos meses de angustía, mucha ansiedad y desesperación, viendo como él no era él (y sin saber si algina vez volvería a serlo), como no podía hacer una vida normal, etc.
La vacunación no es que me entusiasme… Pero, después de lo que hemos pasado… la veo como un mal menor. Y ambos nos vacunamos cuando tuvimos oportunidad. Estoy de acuerdo contigo en que toda la atención se ha puesto en las vacunas y no se ha hecho el suficiente hincapié en encontrar un tratamiento adecuado. Quizá ahora, si va disminuyendo la incidencia y la urgencia por frenar los contagios, puedan investigar más en posible tratamientos. Ojalá sea así.
Un abrazo enorme
Amaya
Hola Amaya,
Muchas gracias por tu comentario, y por compartir con todos nosotros tu experiencia y la de tu marido.
Antes que nada, espero y deseo su pronta recuperación, y que pueda reponerse al cien por cien lo antes posible.
Yo sólo perdí 6 kilos, y casi me vuelvo loco encerrado en mi pequeña habitación, aislado y sin ayuda de nadie. Por suerte, tuve un buen apoyo de la seguridad social francesa, que es más de lo que la mayoría de pacientes de los diferentes países del mundo pueden disfrutar. Pero, como ves, fue lo mismo que le pasó a tu marido, pero en un grado mucho menor, así que, de alguna forma, empatizo 100% con lo que ha estado pasando.
En cuanto a la vacunación, efectivamente, yo tampoco estoy entusiasmado con ella. Pero, tras pasar el virus, me doy cuenta -como comento en el artículo- de lo peligroso que puede llegar a ser. Y entiendo que, en ocasiones, haya que pasar por alto posibles efectos secundarios para intentar asegurarse la supervivencia a corto plazo.
Tengo un tío que es 100% antivacuna covid. Y cuando pilla un resfriado le dura un mes. Al recuperarme le propuse que se replanteara lo de la vacunación porque -como le dije- si se infecta de la variante que yo pasé, creo que no lo cuenta.
Y sí, ojalá, ahora que la cosa empieza a calmarse, se investigue también sobre el tratamiento precoz con sustancias que, a ser posible, sean lo menos nocivas posible. Hay también muchos tratamientos alternativos naturales a tener en cuenta. Creo que sería la puntilla final para que este virus acabe definitivamente en el olvido sin que haya más muertes ni saturación de los centros de salud.
De todas formas, como sucede con la gripe; con vacuna o sin ella, con tratamiento o sin él, desde que llegó, se ha quedado con nosotros. Así pues, bien haríamos de cuidar siempre nuestro sistema inmunológico, ya sea comiendo bien, teniendo un estilo de vida sano o cultivando una sólida filosofía de vida, por poner algunos ejemplos. Es la mejor forma de mantener a raya todo tipo de enfermedad.
En cualquier caso, te agradezco que hayas querido compartir tu experiencia con todos los lectores.
Un fuerte abrazo y mucha salud y ánimos para ti y tu marido.
Gracias a tí Ubay.
Yo, seguramente, me hubiera resistido a la vacuna también, si no hubiera visto al «bicho» tan de cerca. Y habría sido, seguramente, también más escéptica con todo el asunto… Pero aun tengo grabada la imagen de la sala de urgencias atestada el día que acompañé a mi marido. Y he podido comprobar cómo este virus puede poner tu vida paras arriba en cuestión de minutos.
También tengo que decir que no se si realmente es fácil o difícil contagiarse. Mi marido pasó una semana entera en casa desde que empezó con los síntomas. Le llamaban todos los días para hacerle un seguimiento (sin hacerle pruebas ni nada) y cuando, se cumplió una semana, al ver que no le bajaba la fiebre, sus doctora le dijo que fuera a urgencias… para entonces, ya tenía neumonía bilateral y ahí ya le hicieron PCR para confirmar que fuera covid. Durante esa semana, estuvimos conviviendo juntos. No teníamos ni mascarilla… fue en los primeros momentos, que ni había mascarillas en las farmacias. Y yo estuve bien. Si lo pillé, no me enteré. Supongo que, como dices, tener un sistema inmunitario fuerte es importante. O, tener suerte, no lo sé… yo, por si acaso, tengo equinacea a mano, por si ayuda, jajajajaja
Sí, Amaya, efectivamente,
Cuando uno ve las cosas más de cerca, la perspectiva que tiene de la vida cambia, pues nos obliga a tener mucha más conciencia del problema al que nos enfrentamos. Yo mismo he sido objeto de ello también por haber pasado la enfermedad.
Como bien dices, en todo esto del COVID a veces hay contradicciones, incongruencias y hechos difíciles de explicar, tanto en las estadísticas como en las clínica o en la contagiosidad del virus, como bien comentas. Eso me ha hecho ser escéptico y a buscar mucha información alternativa al respecto.
Pero está claro que estar inmunológicamente fuerte es clave.
Yo hacía semanas que pensaba armarme con un kit de supervivencia por su pillaba el virus: que si artemisa, que si dióxido de cloro, azitromicina, hidroxicloroquina, vitaminas C y D…Y, al final, me fui a Francia sin absolutamente nada. Empecé a trabajar y, a pesar de estar rodeado de positivos, me olvidé de mí y de todo ello. Y ya ves que, al final, lo pillé y ni preocupé en medicarme los primeros 5 días pensando que mi sistema inmune era imbatible. Terminé ganando la batalla, por suerte, pero no lo pasé nada bien.
En fin, hay mucho por discutir al respecto. Tanto que no terminaríamos.
Pero es así, discutiendo, como se aprende.
Mucha fuerza para ti
Buenas noches,
Yo no he pasado el covid y leer experiencias tan impactantes me deja clavada en la silla. Deseo para todos los que estén pasándolo o lo hayan pasado, mucha salud y prontas recuperaciones.
Me parece importante el tema de cuidarse con carácter preventivo, aunque por muy bien que uno se alimente y muy óptimo crea tener su sistema inmune, puede fallar y pillarte el covid en horas bajas.
Y muy interesante saber de estas otras opciones que mencionas, me gustaría sugerirte que nos hablaras más de ello: artemisa, dióxido de cloro, etc…Si tienes experiencia con ello me gustaría conocer tu opinión. No soy antivacuna pero está claro que aún está en una fase muy inicial. Alivia pensar que hay otras opciones, pues incluso hay vacunados que se han contagiado.
Un saludo y mucha salud.
Hola María,
Gracias por tus buenos deseos, antes que nada.
Sí, estoy de acuerdo con que hay que trabajar la prevención, así como cultivar un buen estilo de vida. Y concuerdo contigo en que todos podemos tener un momento bajo, que es cuando acabamos contagiados.
En cuanto a las opciones que comento, creo que se haría demasiado largo para un comentario. Yo he ido investigando a través de internet, tanto sobre medicamentos (azitromicina, dihidroxicloroquina (no la mencioné antes)), como sobre métodos naturales (artemisa) o alternativos (MMS o dióxido de cloro). Te aconsejo hacer tu propia investigación en Google/youtube y, si tienes más tiempo, afinarlo en webs más especializadas.
Y sí, hasta los vacunados se contagian, así que, nadie está a salvo y habrá que aprender a convivir con una nueva enfermedad.
Un abrazo
Ubay, estoy contenta que hayas podido superar esta terrible enfermedad. Yo, gracias a Dios, no he contraido la enfermedad, pero el año 2020 fue el peor de mi vida y continúa…
Me he pasado encerrada con mis padres de 91 y 87 años desde el inicio de la pandemia (marzo/2020). En noviembre, mi madre falleció de cáncer (la pandemia ayudó muchísimo a que se fuera más rápido, qué inmenso dolor!) y ahora seguimos encerrados mi padre y yo, es más seguimos aún encerrados, incluso he dejado mi trabajo, para evitarle cualquier contagio a él.
La variante Delta se está iniciando ahora en mi país. Creo que debemos extremar cuidados ahora. Además, como tú dices hay tantas incongruencias sobre este tema, que no sabes como tomarlo. Aún así, este año nos hemos vacunado mi padre y yo con las dos dosis. A la inmensa tristeza por la pérdida de mi madre, se suma esta incertidumbre del covid.
Estoy contenta de tener de vuelta tus correos y blogs. El artículo muy bueno! Cuídate y éxitos como siempre! Saludos… Un fuerte abrazo!
Hola Tess, gracias por tus palabras.
Creo que el 2020 y el 2021 es y será el peor año o años de la vida de muchos.
Te mando mucha fuerza y ánimos para superarlo todo lo mejor que puedas. Y me alegro que puedas compartir el máximo tiempo con tus padres y, en caso de tu madre, que hayas podido acompañarla hasta el final, cosa que yo no pude hacer con la mía al estar yo de viaje y morir ella repentinamente.
Yo perdió a mi madre en 2019, y estoy pasando también unos años muy duros, así que te acompaño en el sentimiento y en la batalla de la vida. En cuanto a tu papá, haz todo lo que puedas, pero sin obsesionarte. A veces, no lo podemos controlar todo. De todas formas, te veo más que concienciada, y encima estáis los dos vacunados así que, si la vacuna es eficaz, tenéis muchos números para salir airosos de esta nueva «ola delta que tenéis en argentina».
Un fuerte abrazo y gracias por compartir con el resto de lectores tu propia experiencia.
Hasta pronto
Hola Ubay,
La verdad ha sido una experiencia única Y en primera persona,,, Si lo has pasado Y vivido, momentos muy difíciles, con esta situación,,
Todo lo positivo 👍,es que Lo puedes contar Y aún, no era tú momento,🤗,
Todo esto,te deja un gran aprendizaje y de valorar, tú vida y existencia, todo pasa por alguna razón de SER,,,
Yo,no Lo he pasado Aunque nadie, estábamos exento de ello(entonces), Más profesionalmente, qué interactuamos Con bastantes personas, profesionalmente,Una compañera, si.Lo pasó Muy mal, Con secuelas,
Me alegro mucho, de qué en estos momentos, te encuentres muy bien Y podamos leerte de vez en cuando, Ya que siempre nos aportas,,,
Un cordial y cariñoso saludo 🤗🌟🌠
Gracias por el apoyo Toñi.
Un fuerte abrazo y mucha suerte y salud. Que sigas sin «bicho», a pesar de que tengas una profesión de riesgo, por el contacto que tienes con otras personas.
Y, por supuesto, intentaré, como siempre, aportar lo máximo que pueda con mis artículos.
Un fuerte abrazo.