Ascenso al Huayna Potosí
El ascenso al Huayna Potosí fue una de mis mejores experiencias en Bolivia.
Por primera vez en mi vida, lograba superar los 6.000 metros de altura, y fue algo que nunca olvidaré.
En este artículo quiero relatarte, con lujo de detalles, toda mi experiencia durante la ruta de ascenso.
Y quisiera también compartir algunos tips y consejos para que puedas organizar este trepidante ascenso si algún día visitas Bolivia.
¿Te atreves?
Contents
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1. ¿Cómo es el ascenso al Huayna Potosí?
Ascender al Huayna Potosí es una experiencia intensa y peligrosa que requiere la utilización de material semiprofesional.
No obstante, se dice que el Huayna Potosí es uno de los 6.000 más fáciles del mundo en dicha categoría.
El punto de partida más común, La Paz, se encuentra a 3.625 metros de altura, lo cual facilita sobremanera la aclimatación previa.
Desde esta urbe, subir a 6.088 metros supone ascender solamente unos 2.400 metros adicionales.
Por consiguiente, si tienes un mínimo de forma física y encuentras un turoperador fiable que te facilite material de calidad y un guía competente, ¡adelante, inténtalo!
En mi caso, convertí el ascenso al Huayna Potosí en un reto personal que pondría el colofón final a mi viaje por Suramérica, que había comenzado en la Guayana francesa 12 meses antes.
2. Buscando un turoperador fiable para ascender al Huayna Potosí
Como iba diciendo, subir un 6.000 es siempre una aventura peligrosa.
No vale con ir equipado con un simple pantalón cómodo, botas de montaña y una chaqueta técnica.
Subir un 6.000 siempre te obliga, por ejemplo, a usar piolets y crampones, y también a ir atado a tus compañeros con una cuerda por razones de seguridad.
Pero, empecemos por el principio.
2.1. ¿Dónde encontrar un turoperador fiable para subir al Huayna Potosí?
Puedes encontrar un turoperador fiable para el ascenso al Huayna Potosí en cualquier agencia online.
No tienes más que Googlear y empezar a filtrar resultados.
En mi caso, soy de los que se desplaza al lugar y, una vez allí, busco las diferentes opciones disponibles en el momento.
Lo más habitual es salir desde La Paz, la capital de Bolivia.
En dicha urbe, el lugar con mayor oferta de turoperadores se encuentra en la céntrica calle Sagárnaga, cerca de la Plaza San Francisco.
2.2. ¿Cómo encontrar un buen turoperador para subir al Huayna Potosí?
El proceso es muy simple, amén que obvio: visita 2, 3 o 4 turoperadores hasta que encuentres el que te ofrezca mejores condiciones (material, precio…) y, obviamente, el que te dé más buen rollo.
En mi caso, fui a 4 agencias diferentes para comparar servicios, precios y feeling.
Todos ofrecían más o menos lo mismo; así que, al final, me decidí por All Transport
Prefiero no poner el precio que pagué; puesto que, a causa de inflación, los precios suelen quedar desfasados nada más escribirlos. Así que, cuando compares varias opciones, sabrás más o menos cuánto es el precio de mercado.
Lo que sí te recomiendo al elegir un turoperador es tener en cuenta:
- Las reseñas que puedas encontrar en Internet. Intenta diferenciar las que provienen de viajeros reales de las que son falsas (no es muy difícil percatarse de la diferencia).
- La relación-calidad precio, pues algunos pueden ser mucho más caros ofreciendo muy poca cosa más.
- La calidad del material que vayas a utilizar.
- Como ya dije antes, el feeling que te susciten las personas que te atiendan.
No olvides que subir un 6.000 requiere material técnico, y de calidad. Mi turoperador me ofreció, incluído en el precio:
- Piolet y crampones
- Botas de montaña
- Impermeables para las piernas y espinilleras
- Chaqueta
- Arnés
- Pasamontañas
- Casco
- Saco de dormir
- Mochila de 60 litros
También es importante probar el material antes de ir a la montaña.
Para ello, el día antes de partir al Huayna Potosí, fui a un almacén que tenían cerca de la agencia, donde pude probarme todo el material que iba a utilizar. De esta forma, no hay sorpresas una vez empiezas el ascenso.
2.3. ¿Cuánto tiempo necesito para realizar el ascenso?
Saliendo desde La Paz (opción más habitual), hay dos opciones para coronar el Huayna Potosí:
- 3 días y 2 noches.
- 2 días y 1 noche.
En mi caso, al estar ya adaptado a la altura, opté por la opción de 2 días y 1 noche.
En cuanto al tiempo que necesitas para coronar el pico, te lo cuento en el relato que viene a continuación. Y con todo lujo de detalles.
De esta forma, sabrás exactamente qué vas a encontrarte durante el camino, y cómo lo viví personalmente de la forma más detallada posible.
3. Relato de la ruta de ascenso al Huayna Potosí (paso a paso). 2 días y 1 noche
3.1. La aproximación. Día 1. La Paz-Rock Camp (3.625-5.130 metros)
Al lado tenía a Irineo, mi guía de montaña, un boliviano cuarentón de cara amable y sonrisa permanente. Al volante, nuestro chofer, un señor tan anciano que llegué a poner en duda su capacidad para conducir.
Lo mismo podía decir del vehículo. No sólo era viejo, sino que estaba lleno abolladuras, las puertas no se abrían desde fuera, le faltaba un retrovisor y los elevalunas eléctricos no funcionaban.
A pesar de mi desconfianza inicial, logramos recorrer sin sobresaltos los 55 kilómetros que separaban La Paz de los pies del Huayna Potosí.
El todoterreno nos dejó en el primer refugio, situado a 4.800 metros.
Allí, comimos algo rápido y emprendimos la marcha hasta el siguiente refugio, Rock Camp, a 5.130 metros de altura, donde pasaríamos la noche.
Iniciando el ascenso hacia Rock Camp
El desnivel a cubrir era mínimo; pero, a pesar de ello, tardamos dos horas y media en conseguirlo.
Durante el camino, lo único que vimos fueron piedras y una espesa niebla que cubría todas las vistas, seguido de un abundante granizado y, finalmente, un suelo generosamente nevado.
Sólo nos topamos con un par de turistas brasileños y su guía, por lo que, como mínimo, pudimos tener una agradable conversación.
Llegando a Rock Camp, a 5130 metros de altura
El refugio constaba de dos plantas.
En la inferior había un salón, repleto de mesas y sillas para los alpinistas, y cuyas paredes estaban saturadas de dibujos, caricaturas, frases y dedicatorias personales. Allí coincidimos con otros montañeros de varias nacionalidades: franceses, holandeses, brasileños y bolivianos, sin olvidarse de un servidor español.
En la planta superior había solamente colchones, dispuestos directamente en el suelo, sin somieres ni florituras innecesarias.
El aspecto del campamento Rock Camp por dentro
El planning del resto del día era muy simple. Merendar, alrededor de las dos de la tarde; siesta durante tres horas y, a las cinco, una copiosa cena a base de espaguetis y sardinas en lata.
Tras esta última comida, el cielo se había despejado, así que tuvimos el privilegio de poder salir fuera y ver las maravillosas vistas de los picos circundantes durante unos instantes.
Una pequeña panorámica de las vistas despejadas
Acto seguido, fuimos todos a dormir. Serían las seis de la tarde. Y, tal como venía haciendo en mis últimas expediciones, aproveché aquel momento preonírico de calma impuesta para conversar mentalmente con la montaña; y pedirle que, en unas horas, nos permitiese realizar un ascenso seguro y sin percances.
3.2. Iniciando el verdadero ascenso al Huayna Potosí. Día 2 (parte 1)
Ruta de ascenso al Huayna Potosí. Imagen por Club Deportivo Salmantino de Montaña
El despertador sonó a medianoche, algo habitual cuando se atacan grandes picos.
La idea es caminar bajo las estrellas y llegar a la cima al alba para, posteriormente, bajar tranquilamente durante la mañana.
Rápidamente, todos los presentes empezamos a equiparnos con nuestro atuendo montañero: dos pares de calcetines, mallas térmicas, camiseta térmica y forro polar. Por encima, pantalones, impermeable para las piernas, chaqueta, pasamontañas y dos pares de guantes. Finalmente, arnés, botas de montaña, piolet y crampones.
Una hora más tarde, Irineo y yo salimos a la intemperie, en completa oscuridad, siguiendo las estelas que formaban las luces frontales de los grupos que ya habían comenzado la ruta.
Al sobrepasar las rocas que rodeaban el refugio, el terreno estaba completamente cubierto de nieve, así que nos colocamos los crampones y atamos nuestros arneses con una cuerda, sellando así una unión indivisible que no debía romperse bajo ningún concepto hasta llegar de vuelta al albergue.
Ahí empezó el verdadero ascenso al Huayna Potosí.
Equipos equipándose para el verdadero ascenso
La pendiente era notable, pero no exagerada. Ni siquiera había un camino claro por recorrer, así que fuimos siguiendo los pasos de los grupos que iban delante, pues habían abierto una vía a través de la nieve.
En ese momento me sentía en plena forma y con la energía al máximo.
Por la noche no había tenido migrañas, problemas respiratorios ni ningún otro síntoma de mal de altura.
Tampoco notaba falta de aire ni fatiga muscular; así que, poco a poco, fui exigiéndole a Irineo un ritmo de marcha más alto y sin pausas con el que fuimos adelantando un grupo tras otro en la oscuridad.
Así transcurrió la siguiente hora y media, a buen ritmo, a oscuras y completamente concentrados en caminar sin ningún otro paisaje que la nieve que teníamos bajo los pies.
En un momento dado, a lo lejos, empezaron a verse relámpagos y a escucharse los truenos de una tormenta que iba acercándose hacia nuestra posición.
El espectáculo pirotécnico fue in crescendo hasta el punto de pensar que la Madre Tierra nos estaba advirtiendo de que nuestra presencia no era de su agrado. Además, la noche anterior, había pedido a la Pachamama que, si no éramos bienvenidos, nos lo hiciera saber mediante algún mensaje, como el que estábamos recibiendo.
Por suerte, justo cuando me planteaba proponerle a Irineo la posibilidad de dar marcha atrás, empecé a sentirme más fuerte y lleno de energía que nunca y, simultáneamente, la tormenta cambió de dirección. Aquello fue, para mí, una señal inequívoca de que se nos otorgaba permiso para llegar a la cumbre, así que seguimos nuestro camino.
No obstante, al poco, comenzaron las verdaderas dificultades.
3.3. Coronando el Huayna Potosí (6.088 metros). Día 2 (parte 2)
Para empezar, tuvimos que hacer frente a una estrecha pared helada de unos veinte metros de altura, casi vertical, que escalé con la ayuda del piolet y los crampones ante la atenta mirada de Irineo, que aseguraba la cuerda desde arriba.
A cada lado de dicha pared de hielo, había profundas grietas cuyo fondo no lograba siquiera a atisbar, hecho que activó sobremanera el flujo de adrenalina y, por consiguiente, el estado de alarma de mi cuerpo.
Tras superar aquella escalada seguimos avanzando. El frío era cada vez más intenso, el viento más violento, y la neblina hacía que la visión fuera cada vez más reducida.
Para más inri, nos habíamos convertido en el grupo líder de la jornada y, por tanto, ahora nos correspondía a nosotros abrir el camino de ascenso entre la nieve virgen.
A medida que subíamos, la capa de nieve se tornó cada vez más profunda y menos compacta, con lo que nuestros pies se hundían o resbalaban, haciendo que la energía de nuestros pasos se disipara, requiriendo paulatinamente más esfuerzo para avanzar.
El piolet no era ya de gran ayuda, puesto que quedaba completamente enterrado en la nieve al haber más de un metro de espesor. Llegados a ese punto, cada paso suponía ganar una pequeña batalla que demandaba toda nuestra energía y concentración. Cualquier zancada en falso significaba volver a empezar de nuevo, aumentando nuestro desgaste físico.
Cuando alcanzamos los 5.900 metros de altura, creí que ya lo teníamos hecho. Sin embargo, Irineo me anunció que aún faltaban 2 horas para llegar a la cumbre. Aquella noticia me dejó desmoralizado.
Encima, ahora sí, empezaba a notar los efectos de la altura, pero no en forma de migrañas, mareos o náuseas, sino sintiendo una gran fatiga cada vez que realizaba un esfuerzo que se salía de la mecánica automática de la marcha, como levantarme tras un resbalón o afrontar una pendiente algo más empinada de lo normal. Por ende, necesitaba hacer frecuentes pausas para recuperar energías y estabilizar mi acelerada respiración.
Una hora más tarde, gracias a la incipiente luz del alba, comenzamos a tener algo más de visibilidad.
La luz del alba empieza a darnos algo de visibilidad
Pero aún quedaba la última parte de la cumbre, que empezó con un ascenso casi vertical en medio de una profunda nieve virgen que apenas me dejaba avanzar. Mis piernas se hundían hasta bien pasadas las rodillas.
Me pregunté si aquello era una especie de broma de mal gusto; y es que, cuánto más avanzábamos, más difícil se hacía el camino, como si la montaña quisiera vernos sucumbir a cualquier precio. Por suerte, Irineo, que llevaba muchos ascensos a sus espaldas, me aseguró que, treinta metros más adelante, la peor parte habría pasado.
No sé si fueron treinta o cuarenta metros, pero tardé algo más de media hora en superarlos, momento en que llegamos a la parte final de la ruta de ascenso, la última y definitiva prueba.
Aquel último trecho transcurrió por el fino y escarpado borde de la montaña, repleto de nieve y –como no– a lo largo de una considerable subida.
A lado y lado, dos vertiginosas pendientes amenazaban con una caída de consecuencias fatales al más mínimo error.
La última prueba antes de llegar a la cima
Por si no fuera poco, el fuerte viento que soplaba nos obligaba a mantener el equilibrio mientras el polvo helado se movía a toda velocidad, resiguiendo la montaña hacia la cresta y más allá.
Mantenerse focalizado en controlar tantas variables suponía un verdadero reto; más aún porque nuestros ojos se veían continuamente tentados a admirar las maravillosas vistas de los picos de la región, visibles en cualquier dirección que uno mirase.
Tras aquel titánico esfuerzo, la Madre Tierra había sido generosa regalándonos un precioso día y unas condiciones climatológicas óptimas para que pudiésemos admirar el espectáculo natural de su belleza en todo su esplendor, haciendo que me saltaran las lágrimas de emoción mientras avanzaba hacia la cima.
Izquierda: mi guía Irineo justo antes de llegar a la cima. Derecha: un servidor
Ningún texto podría describir con precisión la satisfacción y el agradecimiento que sentí al culminar aquella expedición.
Tal vez este video logre captar con mayor fidelidad mis emociones del momento, que estaban a flor de piel.
Además, aquel día fui el primero en coronar el Huayna Potosí, lo cual hizo que, durante unos instantes, me sintiera como un alpinista profesional que llega a lo más alto de un pico por primera vez. Aunque, en realidad, sólo fuera aquella jornada.
Eran las seis y media de la mañana, y acababa de tocar el cielo, sobrepasando por primera vez la barrera de los 6000 metros, y poniendo el mejor colofón posible a un viaje inolvidable.
Tocando el cielo a 6.088 metros
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Y, de momento, hasta aquí mi guía-relato del ascenso al Huayna Potosí.
Ahora, te cedo el turno de palabra; así que, dime…
¿Qué te ha parecido este post? ¿Te gustaría subir algún día al Huayna Potosí? Y, si ya has coronado esta montaña, ¿qué tal fue tu experencia?
Déjanos tu opinión o vivencia en los comentarios.
Siempre es un placer leeros.
Hola Ubay,
Gracias, Por compartir ésas experiencias ,en primera persona ,es una gran satisfacción,el poder leerte,.
La verdad,me quedo con tú experiencia,
Sí, Y una gran satisfacción Para tí,el poder haber realizado, ésas inquietudes Y exponerlas, para todos Tus seguidores,,,
Espero que estés Y sigas,tan estupendo, cómo siempre,
Un cordial saludo 🤗
Hola Toñi, me alegro que te haya gustado el relato.
Siempre es un placer compartir mis experiencias y poder dar algunos consejillos para aquéllos que deseen emularlas.
Un fuerte abrazo y hasta la próxima.