Hoy me gustaría hablarte sobre New York, una de las ciudades más importantes y espectaculares del mundo.
Pero me gustaría hacerlo desde una perspectiva algo diferente. No voy a enumerarte los mejores lugares, ni a contarte lo que hice durante los 5 días que pasé en la gran manzana.
Voy a describirte los sentimientos, sensaciones y pecados capitales que me evocó esta gran ciudad americana. De esta forma, tendrás una visión mucho más íntima y personal de New York y, si te apetece, podrás intentar experimentar estas mismas sensaciones cuando visites esta impresionante urbe.
¿Listo?
1. Frío glacial
La primera sensación que tuve al llegar a New York fue la de frío glacial.
Al salir al exterior, pasé de los 30ºC que hacía en Martinica, donde vivía en aquel momento, a los 5ºC. Acababa de empezar la primavera, pero había restos de nieve en el suelo procedentes de la nevada que había caído días atrás.
El día era gris, el cielo estaba nublado y, por si no fuera poco, llovía y hacía viento. De los cinco días que pasé en New York, la mitad los pasé tiritando y recordando lo mal que me sienta el frío. Así pues, antes de viajar a la gran manzana, verifica antes cómo está el tiempo.
2. Admiración (con cervicalgia incluida)
Lo más característico de New York son sus emblemáticos edificios que, en ocasiones, no dejan ver el sol aunque esté brillando en todo su esplendor.
Por lo tanto, es muy probable que pases gran parte de tu tiempo con el cuello extendido, mirando hacia arriba y admirando los rascacielos, lo cual puede producirte alguna que otra cervicalgia (dolor en el cuello).
Mis edificios favoritos fueron:
- Flatiron: un curioso edificio extremadamente estrecho con una base ligeramente triangular. Al alzarlo muchos pensaron que el viento lo tumbaría, pero aún sigue ahí. Mi preferido.
- Chrysler building: Su cúpula es espectacular. No se puede subir a él para ver las vistas, pero puede admirarse acercándose a pie desde varios puntos de la ciudad.
- Empire State builing: el edificio donde King Kong subió antes de ser abatido por los aviones. En uno de sus pisos, existe un mirador desde donde puede observarse la ciudad.
- Todos a la vez: si quieres ver el skyline (línea de rascacielos) de la ciudad, tienes una excelente vista desde la estatua de la libertad o bien desde el Heights Promenade, un parque situado en Brooklyn desde donde se accede al famoso puente Brooklyn bridge.
El Flatiron, mi edificio preferido en Nueva York
3. Vértigo
El tiempo que no pases mirando hacia arriba los grandes edificios, lo pasarás mirando hacia abajo desde algún rascacielos, puente o teleférico. ¡Cuidado si tienes vértigo! Personalmente aluciné en:
- World one observatory: es el observatorio de la torre 1 del World Trade Center, el edificio más alto de la ciudad, con más de 500 metros, aunque el observatorio se encuentra a 382 metros. Me quedé helado con la impresionantes vistas de la ciudad en 360 grados
- Rockefeller centre: el mirador (Top of the Rock), situado en el piso 82, tiene unas vistas increíbles. Había tanta gente que compré las entradas para el día siguiente, lo cual me permitió elegir la mejor hora. Fui durante la puesta de sol y permanecí hasta la noche, así que vi la ciudad con todas sus luces. Increíble. Además, desde allí se ve el Empire State building (razón de más para no ir al mirador de este último edificio)
- Brooklyn bridge: cruzar este imponente puente de casi 2 kilómetros es una experiencia inolvidable. La zona superior es peatonal, tienes unas maravillosas vistas de la ciudad y pasas por encima de una enorme autopista repleta de coches.
Las impresionantes vistas nocturnas desde Rockefeller centre (Top of the Rock)
4. Confusión
En Nueva York, la impresionante diversidad cultural y racial puede resultar incluso confusa, ¡y me encantó!
En ese sentido, mi mejor experiencia fue en Chinatown y Little Italy, dos barrios diferenciados: el chino y el italiano. Al pasear por Chinatown, sólo encuentras tiendas y carteles escritos en chino, así como transeúntes de nacionalidad o rasgos asiáticos que hablan entre sí en mandarín.
Sin embargo, al entrar en Little Italy, que linda con Chinatown, se da una mezcla de lo más curiosa. Puedes ver una tienda o un restaurante chino junto a un bar o una heladería italiana. Incluso se ven banderas italianas con frases en chino escritas en ellas.
La culminación de tan extraña mezcla la encontré en las canchas de un parque del barrio italiano (Sara Roosvelt Park), pues en ellas sólo había chinos que se dedicaban a jugar ¡a pelota vasca! Cualquier persona que aterrizase allí por casualidad sería incapaz de decir en qué parte del mundo se encuentra.
¿Pelota vasca en New York?
5. Emoción
No soy mucho de museos, pero en el museo de inmigración de Ellis Island perdí la noción del tiempo (pasé allí medio día) y acabé emocionado.
Por esta diminuta isla pasaron todos los inmigrantes que, décadas atrás, intentaban entrar a Estados Unidos. Allí quedaban hacinados, a veces durante días, a la espera de saber si serían o no aceptados en el país.
Durante 6 segundos, un médico les hacía un rápido chequeo y, si observaba posibles problemas, los marcaba con una tiza blanca para un análisis más exhaustivo. Posteriormente, eran sometidos a tests psicológicos y a una entrevista personal.
Los que pasaban eran enviados a la Kissing Gate, donde se encontraban con sus familiares (si los tenían) y luego se dirigían a cualquier punto del país para buscar un trabajo.
Algunos eran captados por explotadores que buscaban mano de obra barata, otros crearon sus propias empresas y, finalmente, un pequeño porcentaje fue devuelto a sus países de origen.
El museo ha sido reconstruido conservando su aspecto original. Pueden visitarse las salas de examen médico, la sala de entrevistas orales e incluso las literas donde dormían. También pueden verse fotografías, escucharse conversaciones reales y leerse emotivas historias. Tengo que reconocer que en algunos momentos lloré de emoción.
6. Decepción
Hubo dos lugares muy famosos que me produjeron una gran decepción.
El primero fue la estatua de la libertad. Es el monumento típico por excelencia de la ciudad, y simboliza la libertad y las grandes oportunidades que América ofrece al mundo.
Sin embargo, la visita no me suscitó nada, sólo un gran vacío interno. Es simplemente un lugar turístico con fines comerciales que acaba manifestando el verdadero espíritu americano: sus aires de grandeza y las ganas de hacer negocio a toda costa.
La estatua de la libertad. Un monumento típico que transmite perfectamente los valores del país
El segundo fue el MoMA (museo de arte moderno). Un lugar muy apreciado y recomendado en todas las guías. El problema, probablemente, es que no sé apreciar el arte moderno y que, al estar lloviendo aquel día, decidí visitar uno de los museos más prestigiosos de la ciudad simplemente para estar bajo techo.
El resultado era de esperar. Acabé corroborando que yo y el arte moderno no somos amigos. Pagar 25 dólares por ver a dos bailarines dando tumbos, admirar muebles y visionar montajes audiovisuales estrafalarios no me vale la pena. Tampoco me gustan las esculturas deformes ni los típicos cuadros que parece que los haya pintado un bebé.
Sí, ya sé que soy un troglodita sin sensibilidad artística, vale. Pero si algún lector se parece a mí y lee estas líneas le diría: “No caigas en mi mismo error: ve a otro museo”.
En mi caso, más tarde decidí ir al museo de anatomía mórbida (Museum of Morbid Anatomy), en Brooklyn, algo más alternativo y afín a mi profesión. Estaba cerrado, así que, tercera decepción. Me tuve conformar con el arte callejero de Brooklyn (en Flushing Avenue) y, sinceramente, preferí mil veces la calidad de sus graffiti que muchos de los cuadros del MoMA.
Arte callejero VS pintura modernista ¿Cuál prefieres? Yo no tengo dudas
7. Gula
En New York todo abunda, y la comida por encima de todas las cosas (después del hormigón y el acero, claro). En cualquier momento del día, y de la noche, puedes comer todo lo que quieras. Todo está siempre abierto y hay una variedad de comida impresionante.
Sólo estuve en New York 5 días, así que me di barra libre para ponerme hasta arriba de comida basura. No paré de engullir hamburguesas, bocadillos, comida india o sopas. Siempre tenía un café en la mano, como todos los americanos (aunque no bebo café). Y fagocité un sinfín de cookies, donuts o pasteles de queso, frambuesa o crema de cacahuete.
También hay que decir que, en New York, el que come mal es porque quiere, pues en cualquier snack encuentras grandes variedades de ensaladas, vegetales y legumbres que harían las delicias de cualquier vegetariano o vegano.
Si vas a New York, mejor no estar a régimen
8. Glamour
Es lo que puedes sentir al pasear por calles míticas de la ciudad.
Si te van los espectáculos, date un salto por Broadway y acude al musical El rey león o El fantasma de la ópera. Eso sí, pagarás más de 100 (o 200 dólares). Si te van las luces de neón, visita Times Square y quédate hipnotizado ante pantallas luminosas de la talla de un campo de tenis. Y si tienes complejo de broker de bolsa, date un paseo por Wall Street.
Por último, si te va el Shopping (no es mi caso), puedes acudir a cualquier Mall (centro comercial) y encontrar de todo a precios competitivos.
Todo el glamour del que hablo lo encontrarás en casi cualquier rincón de Manhattan. Sin embargo, si sales de la gran manzana y visitas otras zonas como el Bronx, Brooklyn o Queens, que también pertenecen a New York, este glamour desparece rápidamente. Entonces, todo se parece a cualquier otra ciudad. Y todas las ciudades tienen un lado triste, gris e incluso marginal.
Todo el glamour de Times Square
9. Avaricia (precios)
En New York todo puede ser barato, o muy caro. Puedes comer por 6 dólares en un puesto callejero, dormir por 30 dólares en un albergue (gratis si haces couchsurfing) o moverte en metro de forma ilimitada por un precio ridículo (32 dólares por el week-pass semanal). O puedes pagar 10 veces más si vas a restaurantes, hoteles y utilizas taxis.
En cualquier caso, New York es una extensión más de la cultura americana, una cultura capitalista pensada para ganar mucho dinero, pero también para consumir mucho. Por ello, en New York te verás tentado a gastar. Y gastarás todo el tiempo si quieres disfrutar de tu paso por allí, pues (casi) nada es gratuito.
Grosso modo, como turista, un presupuesto diario de unos 100 dólares diarios es lo mínimo que vas a gastarte. Siempre y cuando quieras disfrutar plenamente de lo que la ciudad puede ofrecerte, claro. Por tanto, como mochilero, es posible que se te activen todas las alarmas y aparezca una avaricia protectora que intente hacer parar la hemorragia. Pero relájate, tal vez estés allí una sola vez en la vida.
10. Insomnio
No es que tuviera insomnio durante mi viaje a New York, sino que es la propia ciudad la que lo padece. Efectivamente, a New York se la conoce como the city that never sleeps (la ciudad que nunca duerme).
Si algún día visitas New York, entenderás por qué. Casi todo está abierto a todas horas o, por lo menos, tienes acceso a cualquier cosa a cualquier hora: restaurantes, espectáculos, transporte público, servicios…
Un ejemplo práctico: un día entre semana fui al cine a las 11 de la noche, cené en un bar a la 1 de la madrugada, tomé el metro (abierto las 24 horas) a las 2 y luego compré cookies en una tienda alrededor de las tres de la madrugada.
11. Incredulidad
Es lo que sentí cuando observaba los policías locales. Realmente fue algo cómico, pues casi todos los que me encontré respondían a un mismo perfil: bajitos (muy bajitos), obesos y/o zampabollos.
Con frecuencia los veía tomando algo en un bar, en un fast food o, como en las películas, conduciendo a la vez que llevaban en las manos donuts y grandes batidos con nata en la parte de arriba.
‒¿Realmente son ellos los que deben protegernos de los malos? ‒ Me preguntaba.
No pude resistir la tentación de parar a una pareja de policías y preguntarles si me podía tomar un selfie con ellos. Uno era gruñón y no quiso, el otro posó encantado para mí.
La polícia de New York (NYPD), realmente entrañables y dignos de estudio
12. Aire fresco
A pesar de que New York es una jungla de asfalto, los parques y zonas verdes de la ciudad son realmente espectaculares.
Jamás había visto un parque tan grande como Central Park, donde es fácil ver ardillas juguetonas subiendo árboles, patos nadando en un lago y varias especies de pájaros volando. Además, mientras caminas por la ciudad, te sueles topar frecuentemente con zonas verdes o parques rodeados de rascacielos donde tomarte un café entre árboles, plantas y césped.
En Brooklyn existe un precioso jardín botánico que, aunque no tuve el placer de visitar, dicen que es espectacular. Y, por si no fuera poco, en el Bronx tienen el zoológico más grande del mundo. ¿Quién da más?
Bonus: curiosidades y consejos
Por último, dejo este último apartado para hablarte de curiosidades y otras cosas que no suelen verse (por lo menos, en mi país) y que te sorprenderán. También te daré algunos consejos que tal vez te sirvan si algún día visitas New York.
- Existen empresas de fianzas (Bail Bonds) que aún no entiendo qué hacen ¿prestan fianzas como si fueran un crédito? A ver quién me lo explica…
- Si hablas español te sientes como en casa, porque hay mucho hispanohablante. Muchas personas se dirigían a mí directamente en español, y la gente que trabaja en el turismo domina este idioma. Tuve la sensación de que si no hablara inglés, con el español me hubiera defendido perfectamente.
- Vi por primera vez la figura profesional del paseador de perros
El paseador de perros, una figura profesional poco habitual en mi país
- Los precios están siempre marcados sin tasas, así que pagarás siempre más de lo que ves en el menú (o donde sea). Que no te extrañe.
- En los restaurantes la propina es obligatoria (siempre y cuando un camarero te sirva en la mesa, no en los fast-foods)
- Hay Wifi gratis en el metro y en algunas partes de la ciudad
- Los cines son alucinantes. Valen unos veinte dólares, pero cada persona tiene un sofá reclinable con elevapiés, algo que no tiene precio. Fui dos veces en cinco días.
En New York estuve en los cines más cómodos del mundo
- Para entrar en suelo americano necesitas el ESTA, un documento que vale unos 15 dólares y que, una vez concedido, te permite entrar a Estados Unidos como turista durante dos años. Obtenlo rápidamente clicando aquí. Suele tardar unas pocas horas, pero se recomienda hacer la gestión dos semanas antes.
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Y hasta aquí mi guía de New York en 12 sentimientos sensaciones y pecados capitales. Espero que te haya gustado y que, sobre todo, te haya sido de utilidad.
Ahora, es tu turno para hablar, así que, no dudes en dejarme tu comentario:
¿Crees que falta alguna cosa? ¿Añadirías alguna otra sensación, sentimiento, pecado capital o consejo?
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